jueves, 15 de diciembre de 2011

Capítulo 5 El anticuario


Siempre siento la misma sensación al entrar en la muralla de Ávila, una mezcla de orgullo y serenidad.
Entrar en su muralla, poco menos que me transporta, esas piedras imponen el peso de los siglos que soportan.
El pequeño camión llegó hasta la puerta de mi tienda, no todos los vehículos pueden acceder al mercado chico, lugar donde se encuentra el ayuntamiento de tan insigne ciudad.
Se denomina mercado chico desde que hicieran el grande, ante las necesidades que generaban el crecimiento de esta pequeña urbe, el grande está fuera de la muralla, junto a la catedral.
No puedo negar que me encanta alternar los bares de los soportales, tanto en el mercado chico como en el grande, no sólo por el gran vino que allí se degusta, sino por las tapas que acompañan cada petición, las tapas son pequeñas muestras de las joyas gastronómicas locales, toda una delicia.
Llegué un viernes y como ocurre todos los viernes que no coinciden con ninguna festividad, estaba montado el mercado de las flores y un carnaval de colores y aromas iluminaba con alegría estas solemnes piedras.

Encima del local tenía un pequeño despacho, casi una vivienda, en el me había acomodado en muchas ocasiones, podía dormir y asearme, para comer no faltaban lugares.
Me puse en contacto con el viejo que me vendió el espejo para hallar el otro gemelo y me ratificó la existencia del segundo, pero que llegar hasta él sería mucho más difícil y costaría una autentica fortuna, le dije que el coste era lo de menos, que me avisase en cuanto supiese algo.
Supuse que me aguardaba una espera similar a aquellas de las que me hablase mi amigo Merlín:
  
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“Amigo Víctor, viajar en el tiempo a menudo consigue que éste se dilate hasta la más desesperante eternidad, volver al pasado una y otra vez, implica vivirlo. Aunque el reloj del tiempo permanezca inalterado, la mente lo siente y en ella permanece intacto. Ésta no sólo se enriquece de las vivencias, envejece al igual que el cuerpo.”

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No tuve que esperar mucho, esa misma noche me llamó mi futura ex-mujer y el motivo no fue por nuestro divorcio.
-¿Que has hecho esta vez? Han destrozado el almacén.
-Me lo temía.
-¿En qué andas metido? ¡No me lo digas! no quiero saber ya nada más de ti, firma los papeles cuando te los envíe y desaparece de mi vida.
Casi con toda seguridad era obra de Morgana, Merlín me advirtió que también ella viajaba en el tiempo, seguramente uno de sus contactos le avisó de que alguien se interesaba por los dos espejos emparejados y se puso en marcha. Afortunadamente no dedujo que yo era uno de los compañeros de Merlín, a los que persiguió en el siglo XV.
Los secuaces de Morgana no tardarían en averiguar que estaba en Ávila, alquilé una furgoneta y cargando en ella el espejo me dirigí a un pequeño pueblo en la sierra de Gredos, allí escondí el espejo y me fui en busca del vendedor que me había delatado.
Entré en el local de aquel sinvergüenza sin tomar ninguna precaución, grave error.

La puerta tenia uno de esos timbres que se activan al abrirla, uno ya no se extraña al escucharlos cuando abres la puerta, pero son muy útiles para avisar a quien debe atenderte, aunque en muchas ocasiones como esta que era el caso, nadie acudió al oírlo y decidí avisar al viejo estilo:
-¡Oiga! ¿hay alguien ahí?
-Buenos días señor Díaz ¿Cómo tan pronto por aquí? Aun no le Había mandado recado.
-Sabe de sobras porque estoy aquí.
De repente sonó la voz de un tercero:
-Sí. Sí que lo sabe.
Esa voz tenía un fuerte acento ruso, y el individuo en cuestión había asomado por la misma puerta que lo hiciese el cínico vendedor. Sacó una pistola con silenciador de su gabardina y dijo:
-Прощай товарищ продавца

“Sheeet”
Sonó un disparo silenciado, había alcanzado al anticuario después de decirle “Adiós camarada vendedor”
De repente sentí la presencia de alguien tras de mí, su presencia y un fuerte golpe en la cabeza.

Desperté en un almacén que apestaba a gasoil y cartón, estaba atado a una silla, podía ver allí sobre una mesa mi reloj, mi cartera y demás enseres míos que supongo me habían sustraído en un registro que me hicieran durante mi desmayo.
Dos sujetos enormes me miraban con aire aparentemente divertido, pero el brillo en sus ojos delataba un sadismo aterrador.
Todo me recordaba a las películas clásicas del cine negro, se suponía que ahora me darían una paliza y así fue...
-Дайте Игорь обзор. (Igor dale un repaso, sonó la voz de uno de los bestias)
Y comenzaron a lloverme los golpes, notaba el sabor metálico de mi sangre que brotaba de la nariz hasta la boca, así como de las heridas en los labios.
Cesó los golpes en la cara y comenzó con el tórax, un golpe me alcanzó la boca del estómago y quedé sin aliento, la cabeza me daba vueltas, entonces sentí un puño en el hígado acompañada de un dolor punzante que no cesaba, el dolor era tan inmenso que pasó por mi mente ese deseo horrible de morir. Sí, me quería morir, solo así cesarían los golpes y el dolor. 
Nuevamente sonó la voz de aquel sujeto como la providencial campana que me salvara:
-Просто, мы профессиональны. (Basta, somos profesionales)
Se marcharon y me dejaron allí, aun consciente por supuesto, inmerso en mi dolor. Supuse que aguardaban la llegada de Morgana. No me matarían hasta que ella lo ordenara, pero estaba claro que se podían permitir la libertad de divertirse conmigo.
No sé el tiempo que pasó, si era de día o de noche, me desvanecí y eso fue lo mejor que me pudo pasar.
Me despertaron los disparos, muchos disparos, la puerta se abrió de golpe y entraron tres sujetos armados con subfusiles UZI aun humeando:

No eran los sujetos que me torturaron, supuse que éstos estaban muertos por los disparos que había oído.
Uno de los sujetos armados se dirigió a mí en ruso.
-Кто вы? (¿Quien eres?) -, me preguntó.
El otro sujeto cogió mi cartera de la mesa, la ojeo sin que le llamara la atención nada, la volvió a depositar en la mesa y le dijo a su amigo:
-неважно (No importa)Bpar Moero Bpara MoŇ Дpyr(El enemigo de mi enemigo es mi amigo) -. Dijo el segundo sujeto.

-принимать. Ехать в такси (Toma. Vete en taxi) -, me dijo el ultimo tras desatarme y darme un billete de 50 euros.
Me desataron, cogí mis enseres de aquella mesa y salí como pude de allí.
Salvado por un ajuste de cuentas entre bandas, ni yo mismo podía creérmelo.
Estaba claro que Morgana tenía contactos con la mafia rusa, pero yo también los tenía...
El taxista me miraba entre el asombro y el pánico, afortunadamente me acogió en su taxi a pesar de mi aspecto.
-¿Quiere que le lleve a un hospital? (Me dijo amablemente)
-Le ruego me lleve a una clínica privada que ahora le indicaré, por favor:
Aquella clínica me la recomendaron ciertos contactos del hampa, tal como me dijera en su día aquel rufián: “En ocasiones puede llegar a ser útil un lugar donde te hagan un apaño sin hacer preguntas”
Otro rufián regentaba dicha clínica, de eso no cabía duda, pregunto por mi Visa antes que por mi estado de salud.

Me hizo unas placas y comprobó para mi alivio que no había ni fracturas ni daños internos, eso sí, la cara la tenía como un mapa, me administró calmantes y anti-inflamatorios, lo clásico en estos casos.
Tras el apaño me alojé en un hotel muy discreto para descansar, dicho hotel disponía de una ciber-cabina con la cual accedí a mi cuenta de correo electrónico y dejé un mail a un antiguo amigo.
Tenía que recuperarme de la paliza, decidí regresar a aquel plácido lugar en la sierra de Gredos, allí no me buscarían, allí esperaría a dicho amigo.

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