jueves, 16 de febrero de 2012

Capítulo 26 El pantano de Rosarito.



Acuatizamos en el pantano de Rosarito, éste se encontraba dentro de la provincia de Extremadura, pero estaba a apenas media hora de distancia de Mombeltrán.
Desembarcamos con un pequeño bote hinchable que llevaba de dotación el hidro, con él nos acercó hasta el embarcadero Piotor mientras Antolín e Ivanóvic anclaban el Beriev.
En el embarcadero ya nos aguardaba Sergei que había acudido en nuestra búsqueda con un vehículo todoterreno, me dio las llaves y montó en el bote con Piotor de regreso a la nave.
Nuestros amigos rusos se quedaron custodiando la nave y el espejo.
-¿Estarán bien? -, se preocupó Roxanne.
-Perfectamente, están acostumbrados.
-Pero… ¿dónde dormirán?
-La nave tiene literas, además… seguro que se ponen a pescar, ja, ja, ja
-Sí, o se pondrán a jugar a las cartas, cosas de chicos, ja, ja, ja -, se sumo a mi risa ya completamente calmada.
Llegados a la casa, Alex corrió a los brazos de Roxanne y ella se lo comió literalmente a besos.
Les contábamos las maravillas de San Petersburgo ante la asombrada mirada de Alex y la no menos atenta de Merlín.
Descansamos aquella noche y al día siguiente regresamos al pantano con un amigo del pueblo que se limitó a llevarnos junto con el espejo y luego regresó a Mombeltrán.
Desde el embarcadero pudimos ver las cañas de pescar asomando por las compuertas del Hidroavión, como ya supuse estaban pescando, nos habían visto llegar y ya se acercaban en el pequeño bote Piotor e Ivanóvic.
-Alex, te presento a nuestro gran amigo Piotor -, le dijo Merlín.
-Encantado -, el pequeño le alargó su manita para estrechársela.
Piotor le miraba lleno de ternura, esa mirada nunca se la habíamos visto.
Le tomó la mano y después le estrechó en sus brazos.
-Así saludamos en Rusia –, decía mientras achuchaba a Alex.
-Le has asustado. Yo me llamo Ivanóvic -, bromeaba como de costumbre, estrechando la manita de Alex y sacándole una linda sonrisa.
El bote era muy pequeño, de modo que primero cargaron el espejo Ivanóvic y Piotor, luego Ivanóvic nos llevó a Roxanne y a mí y por último llevó a Alex y a Merlín.
Antolín saludó con un gesto militar al niño, con una divertida sonrisa que contagió al pequeñín.
-¿Quieres que te enseñe mi nave? -, le preguntó Anatoli al niño.
-¡Siiiiiii! -, contestó ilusionadísimo.
Aquel avión estaba completamente equipado, tenía hasta una cocina en la que Sergei ya estaba cocinando el pescado, nuestro amigo resultó ser un cocinero excelente.
Merlín miraba fascinado los dos espejos juntos, no podía dar crédito a sus ojos.
Mientras comíamos los manjares que cocinaba Sergei, fuimos ultimando los detalles del plan.
-Volaremos desde aquí hasta las Azores, allí llenaremos los tanques de combustible -, explicaba Piotor.
-¿Desde allí hasta Ottawa habrá combustible suficiente? -, preguntó Merlín.
-Haremos escala en St. John -, le contestó Piotor.
-Al este de Canadá -, añadí yo.
-Piotor, me dijiste que teníais una ubicación perfecta en Ottawa ¿verdad? -, preguntó Merlín.
-En realidad nos dirigimos a Merrill island, es una isla muy poco concurrida, junto a Lemieux island, en el rio Ottawa.
-Pero… ¿Ottawa no es la capital de Canadá? No sabía que fuese un rio -, interrumpió Ivanóvic.
-La ciudad lleva el nombre del río donde se erigió, es algo muy común -, le apuntó Merlín.
-¡Bueno! ¡Es hora de divertirse! ¿Habéis traído el traje de baño? -, exclamó Ivanóvic.
-¡Yo ya lo estoy! -, respondió Anatoli mostrando un neumático que infló a modo de flotador.
-¿Cuándo salimos para las Azores? -, preguntó impaciente Merlín.
Piotor dirigió una mirada tranquilizadora al mago y le dijo:
-Hoy descansaremos aquí, el hidro dispone de cuatro literas, una, para el niño, otra para Roxanne, otra para ti y otra para Anatoli, el piloto ha de descansar adecuadamente, el resto dormiremos en sacos de dormir.
Roxanne se acercó y añadió:
-No son muchas las ocasiones en las que nos podremos reunir todos, menos aún en un sitio tan agradable y apacible, debemos disfrutar el día.
Alex miraba a Roxanne con su mágica sonrisa, repleto de ilusión, no importaba lo que deparase el futuro, al fin y al cabo ellos escribían el suyo propio.

FIN

Capítulo 25 Noches blancas.


La primavera se pasó en un suspiro: los días en compañía del pequeño cobraban un sentido nuevo.
Merlín, completamente restablecido, salía a pasear con el pequeño por el pueblo. Tal como supuso el médico que le atendió en Nápoles, su período de recuperación fue muy breve.
Estábamos a mediados de junio y tal como convenimos con Piotor, le debíamos una visita en San Petersburgo.
Decidimos quedar a Alex con Merlín en Tintagel y marchar Roxanne y yo, para disfrutar de un viaje romántico en el San Petersburgo de las noches blancas.
Podíamos haber continuado la misión tras la recuperación pero todos necesitábamos unas pequeñas vacaciones.
Volamos hasta la ciudad de los zares.  Piotor había dejado a Sergei a la custodia del espejo en Mombeltrán y tras coger un avión a San Petersburgo, nos aguardaba en el aeropuerto:
-Bienvenidos de nuevo a mi ciudad, amigos míos, en esta ocasión disfrutaréis de ella en todo su esplendor.
-Lo prometido es deuda Piotor y esta deuda sé que será un placer saldarla -. Apunté entusiasmado a mi amigo.
-Os garantizo que lo será, ahora os llevaré al hotel para que os pongáis cómodos y después comeremos juntos para organizar vuestro itinerario.
Nos volvimos a alojar en el Katyusha, era un hotel muy céntrico y ya nos habíamos acostumbrado a él.
Durante la comida Piotor nos asombró describiéndonos las maravillas que íbamos a ver en su ciudad y no exageró nada, no era costumbre en él exagerar.
El decidió que para disfrutar del romanticismo de la ciudad, debíamos pasear solos, él nos indicaría los lugares mientras visitábamos los museos por la mañana.
Por fin pude entrar en el Hermitage y quedé extasiado, cuánta belleza, tantas maravillas juntas, pinturas, esculturas, miles de objetos de todo tipo, tres mañanas lo visitamos y aun quedó tanto por ver.
Era realmente alucinante, las tardes no tenían fin, al igual que sus largas avenidas, por las que paseábamos durante horas, las recorríamos bajo aquella fascinante luz.
El clima era suave, ni frío ni calor en exceso, ideal para visitar tan idílico lugar.
Sus canales ciertamente recordaban a Venecia, recuerdo aquella tarde que los recorrimos en aquel pequeño barco, era tan romántico.
Elevaban todos los puentes Para que los barcos navegaran por entre sus calles y los engalanaban con luces y guirnaldas, era como en un cuento de hadas.
-Tenemos que volver alguna vez más mi amor -, me dijo embelesada Roxanne.
-Sí. Aún nos ha quedado mucho por ver, esta ciudad es inmensa, y tan hermosa...
-Pasaremos una semana todos los veranos.
-Sí. Sera nuestra luna de miel, todos los años.
-¡Sí! -.exclamó ilusionada Roxanne.
Tras nuestras idílicas vacaciones nos pusimos de nuevo manos a la obra, para organizar uno a uno los pasos que debíamos tomar.
Comenzamos reuniéndonos con Piotor. Él ya había planeado el traslado de los espejos y dado lo importante de la misión, nos reuniríamos todos y cada uno de los miembros de nuestra organización.
El Beriev era la pieza clave entorno a la que giraba toda la organización de Piotor, tenia su base principal en el lago Ladoga.
Inicialmente el aparato llegó a la organización a través de Anatoli, cuando trabajaba como piloto de pruebas para la empresa que desarrolló el proyecto Beriev B200 en los años 90.
Con el capital de Piotor se hicieron accionistas y aprovechaban sus viajes para promocionarlo y venderlo por todo el mundo.
-Debemos realizar un viaje transoceánico hasta Ottawa, pero a pesar de lo complejo ya lo tengo todo planeado -, comentó muy seguro de sí mismo Piotor.
-¿Qué autonomía tiene la nave? -, le pregunté preocupado.
-3.700Km sin tener en cuenta los depósitos auxiliares.
-Son más de 4000 la travesía transoceánica -, le advertí.
-No desde las Azores hasta St. John en Canadá, por esa ruta son 3000 escasos - , contestó para mi tranquilidad Piotor.
-Es perfecto -, exclamé entusiasmado.
-Haremos la primera escala en Rijeka, para recoger el primer espejo y a Ivanóvic -, nos explicó Piotor.

Volamos hacia Rijeka A bordo del Beriev, llegamos de noche, ayudados por el alumbrado del puerto realizamos el amarre, tras el papeleo nos encontramos con Ivanóvic.
-Hola amigos, os echaba de menos, esperaba encontraros con las gafas de sol puestas -, saludó Ivanóvic con su ya conocida simpatía.
-¿Gafas de sol? Pero si son las diez de la noche -, le dije.
-Ivanóvic, tú siempre sueltas la misma broma de las noches de sol, no tienes arreglo -, le reprochó Piotor.
Él, riendo y muy lejos de ajustarse al reproche, lanzó una sonora carcajada, a la que nos sumamos Roxanne y yo, ante la mirada de resignación de Piotor.
Nos alojamos en el hotel Milenij como la vez anterior y allí tras acomodarnos bajamos al vestíbulo en busca de nuestro anfitrión, cenamos en compañía de Antolín esta vez, éste nos deleito contando anécdotas de sus hazañas como piloto de pruebas.
-Eso no puede ser, no se puede alcanzar tanta velocidad en un avión -, le reprochaba Piotor.
-Depende de la máquina tanto como del piloto -, decía Antolín con una desafiante mirada que nos dejaba en la duda de si realmente fanfarroneaba.
Después de la cena nos fuimos a descansar, puesto que al día siguiente debíamos continuar la misión.
Merlín y Alex se habían trasladado a Mombeltrán y nos aguardaban junto a Sergei.
Estábamos impacientes de verles y contarles nuestra andadura por San Petersburgo.
Por su parte Piotor e Ivanóvic también lo ansiaban por ver como se encontraba Merlín tras su recuperación.
La última vez que le vieron se encontraba en un estado más que lamentable, tras aquella tortura a la que le sometieron.
Así mismo querían conocer a aquel pequeño del que tanto les habíamos hablado y que ya tenía conquistados sus corazones.

lunes, 6 de febrero de 2012

Capítulo 24 Juntos de nuevo


Ya estábamos sentados a la mesa y mirábamos expectantes a Alex.
-Lo siento  -, susurraba completamente arrepentido Alex.
-No hace falta que te disculpes, en realidad tu travesura ha tenido un resultado realmente genial -, le arengaba Merlín.
-¿Síii? -, musitó sonriendo Alex.
-Sí, todo ha acabado muy bien, pero fue muy peligroso, has corrido un gran peligro -, le repuso Roxanne.
-Perdonadme. Es que quería ver a Merlín porque estaba muy malito -, decía Alex con un mohín dibujado en su rostro.
-Sí, todo ha estado bien, pero debes prometernos que no te volverás a escapar -, le aseveré al niño.
-¿Podré quedarme con vosotros? Os prometo que no me volveré a escapar -, decía anhelante el pequeño.
-Por supuesto que te quedarás con nosotros, lo estábamos deseando tanto o más que tú  -, terminó diciendo Merlín.
El niño comenzó a reír con su risa cantarina, era inmensamente feliz, igual que nosotros.
-Aquí todo es muy raro, las cosas son diferentes, hacen cosas diferentes, visten diferente, incluso hablan diferente.
-Sí. Es normal, mi niño, a Merlín y a mí nos pasó igual, no te preocupes, te acostumbrarás muy pronto  -, decía Roxanne, tranquilizadora.
-Ahora tienes mucho que aprender, tendrás que esforzarte -, añadí yo.
-Con Bill estuve estudiando mucho, ya sé leer y escribir y matemáticas -, se jactó Alex orgulloso.



-Eso está muy bien. Pero habrás de aprender mucho más, en este siglo se han descubierto muchas cosas. Ya lo irás viendo -.  Añadió Merlín.
-¿Te duele mucho? -, le preguntó Alex a Merlín sobre sus heridas.
-Ya no, ya casi estoy bien.
-Estaba muy preocupado, no sabía cuánto daño te habían hecho.
-Ya no nos harán daño, tenemos amigos que nos protegen, en este siglo difícilmente volverán a atacarnos. -, añadí para calmar a Alex.
-¿Qué pasará con Bill? -, preguntó Alex.
-Estará bien en su época, si lo deseas podrás verle, como nosotros te veíamos a ti. -, le dije a Alex.
-Sí. Querré verle, siempre ha sido bueno conmigo.
Nos parecía mentira, Alex estaba con nosotros, viviría y crecería con nosotros, era un sueño hecho realidad.
-¿Cómo lograste dar el salto en el tiempo? -. le preguntó Merlín a Alex.
-Vi a Roxanne y a Víctor saltar, al principio tuve mucho miedo, sobre todo cuando  desaparecían, da mucho miedo, pero quería saber cómo estabas.
-¿Cómo sabías lo de los poemas? (Le pregunté yo)
-Os oí a ti y a Roxanne, se lo que es un poema, Bill me enseñó, pero yo sólo me acordé de uno muy pequeño.
-¿Cuál? (Le preguntó curiosa Roxanne)
El niño recitó su poema:

Como la niña inocente
Ensarta el alimento.

Haciendo su collar inconsciente.
Hilar gotas es vano intento,

Pues pasado el presente,
 Tan solo será un lamento,

Que si bien lamente,
Su instinto dejó contento.
Todos nos quedamos embelesados y Roxanne después de lanzar un suspiro dijo:
-Que hermoso. ¿Lo escribiste tú?
-No. Me lo enseñó Bill, el día que me cogió jugando con las habas haciendo collares.



-Ja, ja, ja -, nos reímos todos.
-Yo te enseñaré a componer sonetos.
-¡Pero Merlín! El compondrá o recitará los poemas que le gusten -, le replicó Roxanne.
-Vale, pero ya verás cómo le gustan los sonetos -, insistió Merlín.
-Los sonetos son muy bonitos, pero son muy difíciles de componer -, decía el pequeño.
-Ese poema que has recitado es muy bonito, no tienes por qué buscar poemas complejos si no te gustan  -, comenté yo.
-Pero si a mí me gustan los sonetos, pero... -, decía Alex dubitativo.
-Te entiendo, a mí mismo al principio me costaba mucho entenderlos, me gustaba pero los veía complejísimos -, añadió Merlín.
Tras la cena acostamos a Alex, esta vez no tendríamos que despedirnos, no tendríamos que volver a llorar su ausencia. Le dejamos en su cama durmiendo como  un ángel y nos fuimos a dormir.
Fuera hacía una noche de perros, la tormenta arreciaba, parecía cobrar fuerza por instantes. Los relámpagos arrojaban sombras fantasmagóricas y los truenos que les sucedían, te sobresaltaban por su retardo debido a la distancia a la que caía el rayo.



Estábamos en la cama y oímos como se abría nuestra puerta y vimos una cabecita asomando.
-Tengo miedo, suenan muchos truenos.
-Entra. Esta noche dormirás con nosotros  -, le dijo amorosa Roxanne.

domingo, 5 de febrero de 2012

Capítulo 23 el regreso de Alex.


Merlín comenzó a relatar su investigación:
-Necesitaba ir al archivo del templo.
-¿Pero cómo no avisaste a la enfermera? -, le reprochó mas que preguntarle Roxanne.
-Ese sargento no me hubiese dejado ni asomarme a la puerta.

-No digas burradas -, le atajé yo.
-En serio, es como esas amas de llaves que se ven en las películas de terror -, explicaba convencido Merlín.
-Dios bendito, que exagerado -, decía casi riendo Roxanne.
-Tomé un taxi en cuanto pude esquivar a esa arpía.
En ese instante salió la “Arpía” y dijo:
-¡Le he oído!
Llevaba las maletas y miraba la puerta ansiosa, yo me interpuse en el camino de la puerta y ella me miro con un odio que me hizo pensar que las palabras de Merlín eran muy ciertas, me desplacé a un lado y ella se dirigió hacia la entrada mascullando entre dientes.
-¿Pero a dónde va con lo que está cayendo? -, le decía Roxanne en un vano intento de retenerla.


-Si ese diluvio de ahí fuera es un infierno, será mucho más placentero que el que hay aquí dentro -, remató la enfermera antes de abrir la puerta franquearla y cerrarla tras de sí con un fuerte portazo.
-No ha dicho ni adiós -, comentó Roxanne.
-Una despedida a la francesa -, apunté yo.
Nos acercamos a la chimenea intentando entrar en calor, puesto que aún estábamos empapados los tres.
-¿Qué es eso tan importante que nos tenías que decir, Merlín? -, pregunto Roxanne ansiosa.
-Ya veo que vosotros tampoco la echaréis de menos -, dijo Merlín divertido.
-¿Es acerca de Alex? -, volvió a preguntar Roxanne, más ansiosa si cabe.
-Sí. Estaba investigando en la biblioteca y encontré el diario de Bill y cuando estaba a punto de desistir, cuando pude dolorosamente comprobar que todos los hechos conocidos por nosotros sucedían uno tras otro inevitablemente, algo pasó...

-¿Qué? -, casi gritamos Roxanne y yo.
-Una de las líneas del diario de Bill cambió, y luego otra y otra y después cambiaban tan deprisa que no lo podía leer.
-Alguien mutó el pasado -, susurré desconcertado.
-Exacto. Yo ya lo había visto antes ¿Recordáis lo que os dije de los cambios que hacía Lorena?
-Sí, tú nos dijiste que lucharíamos por evitarlos -, dijo Roxanne preocupada.
-Ha pasado exactamente lo mismo, pero esta vez el resultado es positivo, una maravilla -, canturreaba Merlín con la mirada llena de luz.
-¿Qué ha pasado? -, le pregunté al borde del colapso.
-El diario dice que el niño que estaba el día que lo apresaron no era Alex, fue otro niño el que escribió el epitafio, supongo que un reflejo mío debió estar en esa época y antes de perecer en la hoguera como Bill, le pidió a ese niño que escribiera el epitafio.
-Entonces ¿qué fue de Alex?-, pregunto Roxanne.
-No lo sé, según el diario desapareció un 20 de junio como hoy, pero de aquella época.
-¡Dios mío!, el pequeño se ha perdido -, exclamó Roxanne asustada.

-Tranquila mi amor, no será difícil encontrarle, bastará con regresar al instante que le dejamos durmiendo y traerle hasta aquí.
-Puede no ser tan fácil, ¿y si se hubiese vinculado a un nuevo y trágico destino? -, sollozaba Roxanne en un mar de dudas.
-Sea el vínculo que fuese, no sería peor que el vínculo en el que se hallaba hasta hoy -, dijo Merlín tratando de calmar a Roxanne.
-Debemos partir de inmediato hasta ese instante y rescatarlo, no me perdonaría jamás volver a perderlo -, culminé al borde de la desesperación.
En ese instante sonaron unos golpes en la puerta, teníamos un timbre, pero en aquel pueblo no los usaba nadie.
Al abrir la puerta nos encontramos con Samuel, uno de los monjes del templo, estaba completamente empapado y hacía ademanes de mostrar algo que tenía tras de sí.

Dio un giro brusco y atrapó lo que tras de si se escondía, tiró hacia delante y nos lo mostró...
-¡Alex! -. Gritamos todos.
Roxanne se lanzó hacia él abrazándole, casi derriba al monje a su paso.  Un instante después Merlín y yo nos sumamos al abrazo, y esta vez si que rodó por el suelo el monje...
Sin dejar de abrazar al niño, nos disculpamos con el monje, que desde el santo suelo a donde fue a parar dijo:
-Ya veo que le conocen.
Alargué la mano y le ayudé a levantarse y le dije:
-Estamos todos empapados, si ha de darnos explicaciones como supongo, lo mejor será que lo haga junto al calor de nuestra chimenea.

-Este niño llamó a las puertas del templo, estaba muy asustado y preguntaba por vosotros, tenía tanto miedo que decidí acercarme a veros a pesar de lo mucho que está lloviendo, pero al llegar aquí se escondió tras de mí, como si temiese una reprimenda.
-No tienes nada que temer mi niño  -, le decía Roxanne mientras lo abrazaba amorosamente.
-Yo debo regresar al templo, mis hermanos me esperan.
-Hágalo, pero llévese este abrigo, el suyo está empapado, lo secaremos y mañana se lo llevaremos al templo.
-De acuerdo, ya me contarán tranquilamente la historia de este pequeñín  -, dijo el monje antes de despedirse y adentrarse de nuevo en aquel diluvio.
-Será mejor que nos pongamos ropa seca, después lo aclararemos todo durante la cena.

Capítulo 22 La travesura


Alex pasó el día entero preguntando por Merlín, nuestro amigo caló muy hondo en el corazón del pequeño y saberlo herido le llenaba de congoja.
El día transcurrió en un instante, como todos los días que pasábamos con el pequeñín, nuevamente nos despedimos de él y como todas y cada una de las veces que le dejamos allí, la tristeza nos embargaba, Roxanne no paraba de llorar.
Pero en aquel día ocurrió algo, algo muy distinto...
Alex era un niño de poco más de ocho años, con toda la inquietud e ignorancia que ello supone, una ignorancia que siempre antepone la curiosidad al miedo.
Roxanne y yo le habíamos dejado dormido, eso es lo que habíamos pensado...
Alex fingía el sueño en esta ocasión, apenas cerramos la puerta Roxanne y yo, él saltó de la cama y se vistió, él nos había visto desde su ventana partir en varias ocasiones, sabía que íbamos andando, que no montábamos a caballo ni a la ida ni a la vuelta.
Como el niño que era decidió curiosear, nos siguió hasta la gruta y nos oyó la conversación previa al salto:


-Hoy noté muy inquieto a Merlín -, comentó Roxanne cuando ya estaba interpuesta entre los dos reflejos.
-Es cierto, saltaremos un poco antes ¿Que tal a las 17:00 en lugar de a las 19:00 horas?
-De acuerdo entonces... ¿Las 17:00 horas del día 20 de Junio del 2009?
-Sí. Yo saltaré 5 minutos después a las 17:05 del 20 de junio de 2009.
Entonces Roxanne pronunció su poema:

Tirarlo por la ventana
En galo es defenestrar,
Te puedes desahogar
De forma tranquila y sana.

Lucera es ente que emana
Sentir, querer o pesar,
Bendice este afín lugar
Que a par une y hermana.

Lumbrera es la poesía.
Abriéndola el mal cesa,
Es lírica es alma mía,

El lazo que dulce apresa,
Amor que de mi surgía,
La más sincera promesa.

Cuando Roxanne desapareció, Alex debió pensar que eran algo así como unas palabras mágicas.
Después me situé yo en el portal y el niño supo a ciencia cierta que era desde allí donde partíamos.
Entonces recité mi poema:

Añorando en modo necio
Te recreas en saudades
Son recuerdos y pesares
Que reposan como pecio.

En el fondo son de aprecio,
Mas no avanzas tus andares.
Lidia hoy tus avatares,
Pues vendrá el futuro recio.

Abandona los recuerdos
Devorando cada instante
Sólo cúmplanse los sueños

Avanzando hacia adelante,
Si te sumas a los cuerdos
Sea en gracia Dios mediante.

En cuanto yo salté, Alex se situó frente a la losa, no sabía muy bien lo que hacía, tan sólo el instante hacia donde nos dirigíamos, y que debía llegar más tarde para seguirnos.
El camino de regreso al templo lo conocía así que pensó que una hora más tarde estaría bien, pensaba llegar a las 18:00, sí. Eso es una hora más tarde, había visto a Bill escribir las horas en su diario.

Bill era muy bueno, pero quería estar con sus amigos, lo malo es que no sabía que recitar, recordó algo que le contó Bill una vez que le vio jugando con las habas secas, haciendo un collar:

Como la niña inocente
Ensarta el alimento.

Haciendo su collar inconsciente.
Hilar gotas es vano intento,

Pues pasado el presente,
 Tan solo será un lamento,

Que si bien lamente,
Su instinto dejó contento.

Reapareció en el siglo XXI, tras recuperarse del susto de ver como se desvirtuaba, pensó que no era tan diferente lo que había ahora ante sus ojos.
Cuando salió al exterior, lo primero que vio es que llovía a mares pensó que de camino al pueblo se pondría como una sopa, pero no fue eso lo que le preocupó al llegar allí.
Cuando llegó allí pensó que se había equivocado, al darse cuenta de que todo era muy diferente, demasiado diferente, y tuvo miedo, mucho miedo.

Llegamos a la casa completamente empapados por el diluvio que caía fuera y  al llegar Merlín no estaba, en su lugar estaba una enfermera enojadísima que decía muy airada:
-Si mis servicios no se precisan, díganmelo, no se anden con rodeos o me den sustos como el de hoy, porque yo no entiendo donde se ha metido este señor, se marchó de repente.
-Nadie a dicho que no la necesitemos, ni tan siquiera lo hemos insinuado, el  por qué ha desaparecido el señor, no lo sabemos ni siquiera nosotros mismos, lo mejor será preguntárselo cuando regrese. ¿No cree usted? -, le dije intentando calmarla.
En ese instante apareció Merlín y el rostro de la enfermera se desencajó:
-¡Usted! -. Gritó a viva voz la enfermera.
-Sí. Estoy empapado pero soy yo. ¿Qué pasa? -. Replicó Merlín a lo suyo.
-Ya no lo soporto más, me voy -, soltó ya harta la enfermera.
-¡Aleluya! -, casi cantó Merlín.
-Pero Merlín... -, le reproché.
-Que se vaya, no la necesito, además tengo grandes noticias.
-¿Si? ¿De qué se trata? -, preguntó Roxanne que intuía que la noticia era referente a Alex, tras el juramento que el mago nos hiciera.
La enfermera al ver el interés que poníamos en Merlín en detrimento del que nos requería, dio un bufido y se marchó a su habitación para hacer su equipaje.

jueves, 2 de febrero de 2012

Capítulo 21 Nuestro querido Alex


Llegados a Tintagel y con la gruta tan cerca y sin más que hacer que aguardar pacientemente la recuperación de Merlín, aprovechamos para visitar a Alex.

Fuimos en busca de aquel bloque suelto en el muro del templo, tras él había varias piedras con otras tantas fechas con sus correspondientes horas; no era de extrañar que se amontonasen varias citas con Alex, a menos que acudiésemos a la primera, era lógico que el niño insistiese.

Buscamos entre todas las piedras la que tuviese la inscripción más antigua, más adelante descubrimos que las piedras marcadas en insistencia desaparecían, lo cual era muy lógico por otra parte.
Cuando Alex me vio junto a Roxanne, dio un grito de alegría y corrió a mis brazos, las lágrimas corrían por mis mejillas y la emoción me hizo un nudo en la garganta.
Los tres llorábamos de alegría, Roxanne y yo nos lo comíamos a besos y él comenzaba a reír sin cesar, con aquella risa tan cantarina, la risa de la inocencia, la risa de los niños.

Jugamos con él durante horas, él nos enseñó su pequeño mundo; la cabra, las gallinas, una gran cerda con su camada de lechones, el caballo que tenían para los quehaceres y su perro, su amado perro, del que nunca se separaba.
Veía a las gentes del lugar. Las sonreía con su tierna sonrisa y era muy apreciado por todo el mundo, siempre ayudando a todo el mundo, era el mismo Alex que conocimos en Berna, el mismo que se prestó a socorrernos sin conocernos de nada, el mismo que cruzó con nosotros Europa.
-¿Por qué no a venido con vosotros Merlín? -, preguntó Alex.


-Unos malvados le atraparon y le maltrataron - le contestó Roxanne.
-¿Los mismos que nos persiguieron hasta llegar a Inglaterra? -, volvió a preguntar el pequeño.
-No eran los mismos, pero la persona que los envió sí que lo era -, en ese momento, contesté yo.
-¿Lorena? -, preguntó Alex casi temblando.

-Sí, la misma que envió aquel barco que hundimos y que la derrotaremos una y otra vez y todas y cada una de las veces que nos ataque. -, le contestó Roxanne infundiéndole valor.
-Me da mucho miedo esa mujer, es muy mala -, dijo el niño.
-Nada has de temer, aquí estás seguro con Bill -, no lo dije muy convencido, en realidad con nosotros y con los hombres de Piotor y los de Don Pasquale, hubiese estado mucho más seguro.
-¿Le hicieron mucho daño a Merlín? -, preguntó Alex muy preocupado.
-Sí, pero no te preocupes, es muy fuerte y ya se está recuperando, pronto le verás.
Los días con Alex eran tan cortos... Las horas se hacían segundos. ¿Por qué no podía estar con nosotros? Una y otra vez nos hacíamos la misma pregunta, para acabar respondiéndonos la misma respuesta. Alex estaba vinculado a ese tiempo y su marcha sería fatal para el transcurso de los acontecimientos.

Tan sólo permaneciendo Alex con Bill, podría escribir el epitafio que le avisó, pero por otra parte, había algo que no me encajaba.
Nosotros avisamos a Merlín, fuimos nosotros y no el epitafio, pero nosotros... ¿cómo pudimos saberlo?
Merlín lo sabía y fue quien nos llevó, estaba claro que él lo había vivido, pero ¿qué lo había provocado?
Ese bucle tenía que haberse generado de un modo que se escapaba a mi comprensión; era para volverse loco.
Lo más factible era el epitafio, sin él probablemente el bucle se destruiría y con él, Merlín.
Demasiadas dudas navegaban en mi mente, decidí pasar el día lo mejor posible en compañía de Alex y Roxanne y al día siguiente cuando regresásemos a comprobar el estado de Merlín, lo consultaría con él.

Hacíamos compañía al niño hasta que se dormía, después íbamos a la gruta y regresábamos con Merlín, al día siguiente examinábamos las piedras y por supuesto el niño había marcado una piedra para vernos uno tras otro, todos los días, él ansiaba tanto vernos, como nosotros a él.
Aquel día decidí intercambiar impresiones al respecto con Merlín, antes de ir a visitar a Alex, aquellos pensamientos que tuve en su compañía, no me dejaban de inquietar, había algo que escapaba a mi comprensión.
Merlín había mejorado muchísimo, poco a poco despacio, había comenzado a pasear por la casa, pero los médicos le habían advertido sobre las fracturas de sus costillas, necesitaba reposo.
Ese día como muchos otros, durante su convalecencia, le llevamos el desayuno a su cuarto y fue allí cuando comencé a revelarle mi inquietud.

-Hay algo que no entiendo, Merlín -, le pregunté.
-Son muchas las cosas a las que no alcanza nuestra comprensión, pero si hay alguna sobre la que yo pueda arrojarte luz, no dudes que lo haré.
-Lo sé amigo mío y por eso te pregunto: ¿Por qué tú y yo hemos escapado del vínculo del destino y Alex no puede hacerlo?
-Eso es complejo, muy complejo, como ya te dije ni yo mismo sé cómo lo hice, ¿sabes tú como escapaste?
-No, pero tiene que haber algún modo.
-Tenemos que buscar la forma de que esté con nosotros, no te imaginas el tormento que supone apartarnos de él todas las noches. -, dijo al borde del llanto Roxanne.
-Sí que lo sé. ¿Acaso creéis que no desearía ir con vosotros a verle? Será lo primero que haga en cuanto pueda llegar hasta la gruta.
-Sé lo mucho que le quieres también, los dos lo sabemos de sobra, perdónanos. -, me disculpé con Merlín.
-No es necesario que os excuséis, mi alma se rompe de dolor, se quebró el día que me separé de él, ya sangraba día a día a medida que se acercaba el día de partir, puesto que yo desde un principio conocía la verdad.
-Sí. De verdad que lo siento, tienes razón Merlín, somos injustos contigo. -, se lamentó Roxanne.
-El destino es lo realmente injusto, pero os prometo que ahora que puedo moverme por la casa, comenzaré a investigar y si hay algún modo lo encontraré. Os lo juro.
Nosotros nos fuimos a ver a nuestro amado Alex y Merlín se quedó en compañía de la enfermera que le asistía, era una mujer que pasaba de los cincuenta, más parecía un ama de llaves que una enfermera, no sólo por los servicios que nos prestaba, los cuales eran pero que muy de agradecer, su apariencia seca y distante, eran clásica estampa de estos personajes.
-Hoy tampoco ha venido Merlín -, comentaba muy triste Alex.
-El también quedó muy triste, está desando ver a su pequeñín -, traté de paliar su tristeza.
-Estoy muy preocupado por él, debe estar muy malito para no poder venir -, decía el infante.
-Sí, estaba muy herido, pero ya falta poco para que venga, ya está mucho mejor  -. Volvió a calmarle Roxanne.
Por su parte Merlín había comenzado su investigación desde un PC que habíamos instalado en le sala de estar, a través de él entró en los archivos del templo y comenzó a investigar, pero había datos que no se hallaban informatizados, como era de esperar los datos de tantos siglos atrás, tan solo se los había constatado de modo somero, lanzó un suspiro al comprender que tendría que personarse en los archivos de dicho templo.