miércoles, 14 de diciembre de 2011

Capítulo 4 El regreso

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“No puedo recordar la última vez, que ella me besó con pasión.
Ahora está tras la puerta, indiferente como yo. Y no me quito de la cabeza ese dichoso soneto:

Esos labios que me fueron negados.
Cerraron mi corazón sin piedad.
¿Fue capricho, sinrazón o crueldad?
Los sentimientos quedaron posados.
Dejándonos cruelmente distanciados.
Rodeándonos con gélida frialdad.
Condenándonos a cruel soledad.
Juntos, al mismo tiempo separados.
Fue la cola de sello del correo.
Te une débilmente, a un futuro ajeno.
Eso es lo que pienso, o al menos lo creo.
Pero nunca te deja sabor bueno.
Esto acabo diciendo, como veo.
No es ningún ligamento, es más bien cieno.
No lo entiendo;
¿Dónde está el error?
¿Fue ella? ¿Fui yo?
¿Quién fue? o ¿Qué fue?
¿Estoy con ella? ¿Estoy solo?
¿Qué es lo que recuerdo?
Vamos a ver...
Fueron años de duro trabajo.
Ella aquí, yo por ahí.
¡Por ahí no! ¡Levanté esta fortuna!
¿Si levanté una fortuna, por qué me siento tan pobre?
¡Ah! Sí... No la tengo a ella, bueno... la tengo pero no la tengo.
Extraña paradoja.
¿Qué pasa? ¿Acaso busco el Grial?
No se puede tener todo.
Pero he perdido tanto...
¿Y ahora qué?
¿A esperar a que me pida el divorcio?
Se lo quedará todo, y entonces sí que no tendré nada.
Todo aquello por lo que luché durante años.
Se supone que por los dos.
Hummm... ¿Será como dice ella?
-¡Por ti y para ti solamente!
No lo sé, lo he intentado todo.
Su rencor es inmenso, ha cambiado, ya no es como antes.
Pero yo también cambie, ya no soy igual. Años sin consuelo, me han vuelto insensible, no tengo corazón.
Lo que he hecho con ese viejo, me asegura el puesto a la derecha del ángel caído, o será a la izquierda.
Qué más da, el viejo no se lo merecía.
El infeliz cuadruplicó el primer precio, movido por su codicia, alertado por el hecho que recientemente descubrió.

“los espejos antiguos tienen el azoque de plata”
Maldito estúpido. Éste tiene el azoque de cobalto, no entiendo ¿Cómo su brillo azul no lo delató?
Es único, además su antigüedad va más allá de lo que jamás haya soñado.
Su valor es miles de veces lo que he pagado.
¡Que se fastidie! Eso le pasa por ser aún más lerdo que codicioso.
Y yo ¿Qué soy?
Nada bueno según ella, lo de ella para mí, todo son reproches.
Ella está ahí detrás ¿sabrá si estoy yo? ¿Le importará?
¡Maldita sea! debe estar preguntándose lo mismo que yo. Ojalá.
¡Qué curioso! Aquí en pie entre el espejo y el monitor con la imagen de la Web-cam. Es como estar entre dos espejos.
Bueno, me levanté para leer y voy leer:


Ahora me encuentro en un vacío impaciente.
Que me tortura día a día en dura espera.
Como si yo fuera una estatua cualquiera.
Poniendo rienda a una pasión latente.
Tan solo observando al mundo impotente.
Impedido a sacar mi interior fuera.
Para que al fin algún alma afín me oyera.
Y de esta manera mi mal solvente.
Continúo aquí esperando congelado.
Cuasi-muerto en la vida soportándolo.
Solo por mis escritos animado.
El tiempo viéndolo pasar sufriéndolo.
Esperando ese gran instante amado.
En una fría eternidad aguardándolo.


¿Qué es esa luz del monitor? Se parece a la luz del espejo.”


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Ese fue el final del Víctor cínico e intrigante, los acontecimientos habidos desde aquel día me cambiaron profundamente.
Había calculado el tiempo al segundo, debía personarme en mi despacho justo después de mi desaparición, teniendo en cuenta el ruido que produjo aquel fenómeno, cabría la posibilidad de que ella se hubiese alarmado y acudiese para ver qué pasaba. Yo debía estar en ese instante allí.
Me encontraba agotado, abatido y no era por el precipitado viaje desde Tintagel hasta Madrid, era por el dolor y pesadumbre que me aguardaban en el que fue mi hogar.


El taxi se detuvo dos calles antes de llegar a mi destino, debía entrar con absoluto sigilo, en aquellas horas de la noche, nadie paseaba por la calle, si tenía suerte ni tan siquiera la patrulla de seguridad privada se me cruzaría, no quería dar explicaciones.
Tuve suerte, nadie me vio y si lo hizo no importaba, yo no estaba haciendo nada malo, tan sólo iba a acceder a mi casa de un modo poco usual.
Me encontraba ante mi antigua morada, un lujoso chalet de una urbanización situada en una de las zonas más exquisitas de Madrid.
Rodeé la valla hasta una portilla oculta en el seto elevaba hasta casi dos metros del suelo y que conformaba la valla del recinto.
La portilla era muy angosta para poder camuflarla, se accedía de costado y era prácticamente imposible no llevarte algún que otro rasguño al traspasarla.
Me dirigí a la fachada, ésta estaba revestida de piedra y con una espesa hiedra enredadera engalanándola.
No me costó ascender por entre la enredada vegetación, tras ésta oculté en su día una escala hasta la ventana de mi despacho.

Encaramado en la escala pude ver como se producía la desaparición de mi otro yo, inmediatamente después abrí la ventana sin dificultad, pues también la había provisto de un dispositivo de apertura desde el exterior.
En aquellos días era un personaje muy intrigante y tenía previsto todo tipo de estratagemas y evasivas.
Ahora estaba de nuevo allí, donde comenzó mi nueva existencia y todo había cambiado...
Ella no se parecía haberse inmutado a pesar de todo el ruido que se había producido, no había acudido como yo pensé.
Respiré profundamente, llené por completo mis pulmones, necesitaba todo el ánimo y aplomo que pudiese infundirme. Tomé el pomo y abrí la puerta...
Efectivamente... ella estaba allí, me dirigió una pétrea mirada, repleta de resignación, maquillada con fría desidia.
Nuevamente llené mis pulmones y lo solté de golpe:
-Quiero el divorcio.

-Por fin dices algo coherente, llamaré ahora mismo a mi abogado, ya lo tiene todo preparado, pero no creas ni por asomo que yo perderé nada de mi poder adquisitivo, te va a salir muy caro.
-No me importa, lo arreglaré para que te lo quedes todo, yo no quiero nada, si nada tengo nada me podrás volver a pedir.
-¿Todo? ¿No quieres nada? ¿De qué vivirás?
-Quédatelo todo, yo empezaré de nuevo, no me importa.
-¡Ja! Por supuesto que me quedaré con todo y te sacaré una pensión.
-Te equivocas “querida” no podrás pedirme nada si te lo quedas todo. Tendrás que administrar tú la fortuna. Te deseo suerte, porque lo que es conocimientos...
-¿Que insinúas? ¿Crees que no seré capaz de sacarlo adelante?

-Te diré lo que dijo Rhett Butler “Francamente querida, me importa un bledo”
-Muy elocuente, espero que te sirva de algo la elocuencia en la ruina que pienso dejarte.
-Yo recogeré algunos objetos de valor sentimental y me iré, llamaré ahora mismo a los de la mudanza.
-¿Dónde iras? Lo pregunto para enviar la documentación del divorcio.
-Me iré a Ávila, Madrid es demasiado grande para mí. Comenzaré desde donde todo empezó, en la pequeña tienda del mercado chico.

-¿Y si decido quedármela?
-Dudo mucho que pudieras porque es herencia familiar, además ¿Para qué?
-Vale, de acuerdo, vete allí y olvídate de mí.
Realmente sobraba sitio en el camión de la mudanza, eran muy pocos los recuerdos que quería llevarme, sólo había un objeto que justificase el que contratase un vehículo tan voluminoso para llevarme mis escasos enseres, aquel objeto inevitablemente llamó la atención de la que pronto dejaría de ser mi esposa y no tardó mucho en hacérmelo saber:
-¿Y ese espejo?
-Es mi última adquisición, lo sabes de sobra.
-Seguro que vale una fortuna, te conozco.
-No estés tan segura, examina la documentación de venta, está en el sobre que lleva grapado detrás.
Totalmente recelosa lo examinó, pero nada la llamó la atención en la cifra que pagué por él.
-Puedes llevártelo con esos cuatro trastos, me da igual.
No la he vuelto a ver desde aquel día.

3 comentarios:

  1. Beni, este ¿es el final? Me dejas boquiabierta.....
    No terminará así, ¿no? La segunda novela y termina así????
    Dime que le quedan más capítulos.....
    Ohhhhhhh, la frase de Rhett Butler.....¡Menuda venganza!!!
    Me quedo hecha polvo. Muy buena la novela. Me tienes completamente enganchada.

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  2. No. No es el final ni mucho menos, aun queda mucha historia que contar.
    Gracias por seguirme Nicole.

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