Llegados a Tintagel y
con la gruta tan cerca y sin más que hacer que aguardar pacientemente la
recuperación de Merlín, aprovechamos para visitar a Alex.
Fuimos en busca de
aquel bloque suelto en el muro del templo, tras él había varias piedras con otras tantas fechas con sus correspondientes horas; no era de extrañar que se
amontonasen varias citas con Alex, a menos que acudiésemos a la primera, era lógico que el niño
insistiese.
Buscamos entre todas
las piedras la que tuviese la inscripción más antigua, más adelante descubrimos
que las piedras marcadas en insistencia desaparecían, lo cual era muy lógico
por otra parte.
Cuando Alex me vio
junto a Roxanne, dio un grito de alegría y corrió a mis brazos, las lágrimas
corrían por mis mejillas y la emoción me hizo un nudo en la garganta.
Los tres llorábamos
de alegría, Roxanne y yo nos lo comíamos a besos y él comenzaba a reír sin
cesar, con aquella risa tan cantarina, la risa de la inocencia, la risa de los
niños.
Jugamos con él
durante horas, él nos enseñó su pequeño mundo; la cabra, las gallinas, una gran
cerda con su camada de lechones, el caballo que tenían para los quehaceres y su
perro, su amado perro, del que nunca se separaba.
Veía a las gentes del
lugar. Las sonreía con su tierna sonrisa y era muy apreciado por todo el mundo,
siempre ayudando a todo el mundo, era el mismo Alex que conocimos en Berna, el
mismo que se prestó a socorrernos sin conocernos de nada, el mismo que cruzó
con nosotros Europa.
-¿Por qué no a venido
con vosotros Merlín? -, preguntó Alex.
-Unos malvados le atraparon y le maltrataron - le contestó Roxanne.
-Unos malvados le atraparon y le maltrataron - le contestó Roxanne.
-¿Los mismos que nos
persiguieron hasta llegar a Inglaterra? -, volvió a preguntar el pequeño.
-No eran los mismos,
pero la persona que los envió sí que lo era -, en ese momento, contesté yo.
-Sí, la misma que
envió aquel barco que hundimos y que la derrotaremos una y otra vez y todas y
cada una de las veces que nos ataque. -, le contestó Roxanne infundiéndole
valor.
-Me da mucho miedo esa
mujer, es muy mala -, dijo el niño.
-Nada has de temer,
aquí estás seguro con Bill -, no lo dije muy convencido, en realidad con
nosotros y con los hombres de Piotor y los de Don Pasquale, hubiese estado
mucho más seguro.
-¿Le hicieron mucho
daño a Merlín? -, preguntó Alex muy preocupado.
-Sí, pero no te
preocupes, es muy fuerte y ya se está recuperando, pronto le verás.
Los días con Alex
eran tan cortos... Las horas se hacían segundos. ¿Por qué no podía estar con
nosotros? Una y otra vez nos hacíamos la misma pregunta, para acabar
respondiéndonos la misma respuesta. Alex estaba vinculado a ese tiempo y su
marcha sería fatal para el transcurso de los acontecimientos.
Tan sólo
permaneciendo Alex con Bill, podría escribir el epitafio que le avisó, pero por
otra parte, había algo que no me encajaba.
Nosotros avisamos a
Merlín, fuimos nosotros y no el epitafio, pero nosotros... ¿cómo pudimos
saberlo?
Merlín lo sabía y fue
quien nos llevó, estaba claro que él lo había vivido, pero ¿qué lo había
provocado?
Ese bucle tenía que
haberse generado de un modo que se escapaba a mi comprensión; era para
volverse loco.
Lo más factible era
el epitafio, sin él probablemente el bucle se destruiría y con él, Merlín.
Demasiadas dudas
navegaban en mi mente, decidí pasar el día lo mejor posible en compañía de Alex
y Roxanne y al día siguiente cuando regresásemos a comprobar el estado de
Merlín, lo consultaría con él.
Hacíamos compañía al
niño hasta que se dormía, después íbamos a la gruta y regresábamos con Merlín,
al día siguiente examinábamos las piedras y por supuesto el niño había marcado
una piedra para vernos uno tras otro, todos los días, él ansiaba tanto vernos,
como nosotros a él.
Aquel día decidí
intercambiar impresiones al respecto con Merlín, antes de ir a visitar a Alex,
aquellos pensamientos que tuve en su compañía, no me dejaban de inquietar,
había algo que escapaba a mi comprensión.
Merlín había mejorado
muchísimo, poco a poco despacio, había comenzado a pasear por la casa, pero los
médicos le habían advertido sobre las fracturas de sus costillas, necesitaba
reposo.
Ese día como muchos
otros, durante su convalecencia, le llevamos el desayuno a su cuarto y fue allí
cuando comencé a revelarle mi inquietud.
-Hay algo que no
entiendo, Merlín -, le pregunté.
-Son muchas las cosas
a las que no alcanza nuestra comprensión, pero si hay alguna sobre la que yo
pueda arrojarte luz, no dudes que lo haré.
-Lo sé amigo mío y
por eso te pregunto: ¿Por qué tú y yo hemos escapado del vínculo del destino y
Alex no puede hacerlo?
-Eso es complejo, muy
complejo, como ya te dije ni yo mismo sé cómo lo hice, ¿sabes tú como
escapaste?
-No, pero tiene que
haber algún modo.
-Tenemos que buscar
la forma de que esté con nosotros, no te imaginas el tormento que supone
apartarnos de él todas las noches. -, dijo al borde del llanto Roxanne.
-Sí que lo sé. ¿Acaso
creéis que no desearía ir con vosotros a verle? Será lo primero que haga en
cuanto pueda llegar hasta la gruta.
-Sé lo mucho que le
quieres también, los dos lo sabemos de sobra, perdónanos. -, me disculpé con
Merlín.
-No es necesario que
os excuséis, mi alma se rompe de dolor, se quebró el día que me separé de él,
ya sangraba día a día a medida que se acercaba el día de partir, puesto que yo
desde un principio conocía la verdad.
-Sí. De verdad que lo
siento, tienes razón Merlín, somos injustos contigo. -, se lamentó Roxanne.
-El destino es lo
realmente injusto, pero os prometo que ahora que puedo moverme por la casa,
comenzaré a investigar y si hay algún modo lo encontraré. Os lo juro.
Nosotros nos fuimos a ver a nuestro amado Alex y Merlín se quedó en compañía de la enfermera que le asistía, era una mujer que pasaba de los cincuenta, más parecía un ama de llaves que una enfermera, no sólo por los servicios que nos prestaba, los cuales eran pero que muy de agradecer, su apariencia seca y distante, eran clásica estampa de estos personajes.
Nosotros nos fuimos a ver a nuestro amado Alex y Merlín se quedó en compañía de la enfermera que le asistía, era una mujer que pasaba de los cincuenta, más parecía un ama de llaves que una enfermera, no sólo por los servicios que nos prestaba, los cuales eran pero que muy de agradecer, su apariencia seca y distante, eran clásica estampa de estos personajes.
-Hoy tampoco ha
venido Merlín -, comentaba muy triste Alex.
-El también quedó muy
triste, está desando ver a su pequeñín -, traté de paliar su tristeza.
-Estoy muy preocupado
por él, debe estar muy malito para no poder venir -, decía el infante.
-Sí, estaba muy
herido, pero ya falta poco para que venga, ya está mucho mejor -. Volvió a
calmarle Roxanne.
Por su parte Merlín
había comenzado su investigación desde un PC que habíamos instalado en le sala
de estar, a través de él entró en los archivos del templo y comenzó a
investigar, pero había datos que no se hallaban informatizados, como era de
esperar los datos de tantos siglos atrás, tan solo se los había constatado de
modo somero, lanzó un suspiro al comprender que tendría que personarse en los
archivos de dicho templo.
Qué precioso capítulo, Beni.
ResponderEliminarMaravilloso.digno de un ezcelente escritor.
ResponderEliminarGracias Nicole, tus correcciones tambien aportan belleza.
ResponderEliminarGracias Judith, no me creo yo tan gran escritor.