jueves, 16 de febrero de 2012

Capítulo 25 Noches blancas.


La primavera se pasó en un suspiro: los días en compañía del pequeño cobraban un sentido nuevo.
Merlín, completamente restablecido, salía a pasear con el pequeño por el pueblo. Tal como supuso el médico que le atendió en Nápoles, su período de recuperación fue muy breve.
Estábamos a mediados de junio y tal como convenimos con Piotor, le debíamos una visita en San Petersburgo.
Decidimos quedar a Alex con Merlín en Tintagel y marchar Roxanne y yo, para disfrutar de un viaje romántico en el San Petersburgo de las noches blancas.
Podíamos haber continuado la misión tras la recuperación pero todos necesitábamos unas pequeñas vacaciones.
Volamos hasta la ciudad de los zares.  Piotor había dejado a Sergei a la custodia del espejo en Mombeltrán y tras coger un avión a San Petersburgo, nos aguardaba en el aeropuerto:
-Bienvenidos de nuevo a mi ciudad, amigos míos, en esta ocasión disfrutaréis de ella en todo su esplendor.
-Lo prometido es deuda Piotor y esta deuda sé que será un placer saldarla -. Apunté entusiasmado a mi amigo.
-Os garantizo que lo será, ahora os llevaré al hotel para que os pongáis cómodos y después comeremos juntos para organizar vuestro itinerario.
Nos volvimos a alojar en el Katyusha, era un hotel muy céntrico y ya nos habíamos acostumbrado a él.
Durante la comida Piotor nos asombró describiéndonos las maravillas que íbamos a ver en su ciudad y no exageró nada, no era costumbre en él exagerar.
El decidió que para disfrutar del romanticismo de la ciudad, debíamos pasear solos, él nos indicaría los lugares mientras visitábamos los museos por la mañana.
Por fin pude entrar en el Hermitage y quedé extasiado, cuánta belleza, tantas maravillas juntas, pinturas, esculturas, miles de objetos de todo tipo, tres mañanas lo visitamos y aun quedó tanto por ver.
Era realmente alucinante, las tardes no tenían fin, al igual que sus largas avenidas, por las que paseábamos durante horas, las recorríamos bajo aquella fascinante luz.
El clima era suave, ni frío ni calor en exceso, ideal para visitar tan idílico lugar.
Sus canales ciertamente recordaban a Venecia, recuerdo aquella tarde que los recorrimos en aquel pequeño barco, era tan romántico.
Elevaban todos los puentes Para que los barcos navegaran por entre sus calles y los engalanaban con luces y guirnaldas, era como en un cuento de hadas.
-Tenemos que volver alguna vez más mi amor -, me dijo embelesada Roxanne.
-Sí. Aún nos ha quedado mucho por ver, esta ciudad es inmensa, y tan hermosa...
-Pasaremos una semana todos los veranos.
-Sí. Sera nuestra luna de miel, todos los años.
-¡Sí! -.exclamó ilusionada Roxanne.
Tras nuestras idílicas vacaciones nos pusimos de nuevo manos a la obra, para organizar uno a uno los pasos que debíamos tomar.
Comenzamos reuniéndonos con Piotor. Él ya había planeado el traslado de los espejos y dado lo importante de la misión, nos reuniríamos todos y cada uno de los miembros de nuestra organización.
El Beriev era la pieza clave entorno a la que giraba toda la organización de Piotor, tenia su base principal en el lago Ladoga.
Inicialmente el aparato llegó a la organización a través de Anatoli, cuando trabajaba como piloto de pruebas para la empresa que desarrolló el proyecto Beriev B200 en los años 90.
Con el capital de Piotor se hicieron accionistas y aprovechaban sus viajes para promocionarlo y venderlo por todo el mundo.
-Debemos realizar un viaje transoceánico hasta Ottawa, pero a pesar de lo complejo ya lo tengo todo planeado -, comentó muy seguro de sí mismo Piotor.
-¿Qué autonomía tiene la nave? -, le pregunté preocupado.
-3.700Km sin tener en cuenta los depósitos auxiliares.
-Son más de 4000 la travesía transoceánica -, le advertí.
-No desde las Azores hasta St. John en Canadá, por esa ruta son 3000 escasos - , contestó para mi tranquilidad Piotor.
-Es perfecto -, exclamé entusiasmado.
-Haremos la primera escala en Rijeka, para recoger el primer espejo y a Ivanóvic -, nos explicó Piotor.

Volamos hacia Rijeka A bordo del Beriev, llegamos de noche, ayudados por el alumbrado del puerto realizamos el amarre, tras el papeleo nos encontramos con Ivanóvic.
-Hola amigos, os echaba de menos, esperaba encontraros con las gafas de sol puestas -, saludó Ivanóvic con su ya conocida simpatía.
-¿Gafas de sol? Pero si son las diez de la noche -, le dije.
-Ivanóvic, tú siempre sueltas la misma broma de las noches de sol, no tienes arreglo -, le reprochó Piotor.
Él, riendo y muy lejos de ajustarse al reproche, lanzó una sonora carcajada, a la que nos sumamos Roxanne y yo, ante la mirada de resignación de Piotor.
Nos alojamos en el hotel Milenij como la vez anterior y allí tras acomodarnos bajamos al vestíbulo en busca de nuestro anfitrión, cenamos en compañía de Antolín esta vez, éste nos deleito contando anécdotas de sus hazañas como piloto de pruebas.
-Eso no puede ser, no se puede alcanzar tanta velocidad en un avión -, le reprochaba Piotor.
-Depende de la máquina tanto como del piloto -, decía Antolín con una desafiante mirada que nos dejaba en la duda de si realmente fanfarroneaba.
Después de la cena nos fuimos a descansar, puesto que al día siguiente debíamos continuar la misión.
Merlín y Alex se habían trasladado a Mombeltrán y nos aguardaban junto a Sergei.
Estábamos impacientes de verles y contarles nuestra andadura por San Petersburgo.
Por su parte Piotor e Ivanóvic también lo ansiaban por ver como se encontraba Merlín tras su recuperación.
La última vez que le vieron se encontraba en un estado más que lamentable, tras aquella tortura a la que le sometieron.
Así mismo querían conocer a aquel pequeño del que tanto les habíamos hablado y que ya tenía conquistados sus corazones.

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