La primavera se pasó en un suspiro: los días en compañía del pequeño cobraban un sentido nuevo.
Merlín, completamente restablecido, salía a pasear con el pequeño
por el pueblo. Tal como supuso el médico
que le atendió en Nápoles, su período de recuperación fue muy breve.
Estábamos a mediados de junio y tal
como convenimos con Piotor, le debíamos una visita en San Petersburgo.
Decidimos quedar a Alex con Merlín en
Tintagel y marchar Roxanne y yo, para disfrutar de un viaje romántico en el San
Petersburgo de las noches blancas.
Podíamos haber continuado la misión
tras la recuperación pero todos necesitábamos unas pequeñas vacaciones.
Volamos hasta la ciudad de los zares. Piotor había dejado a Sergei a la custodia del espejo en Mombeltrán y tras
coger un avión a San Petersburgo, nos aguardaba en el aeropuerto:
-Bienvenidos de nuevo a mi ciudad, amigos míos, en esta ocasión disfrutaréis de ella en todo su esplendor.
-Lo prometido es deuda Piotor y esta
deuda sé que será un placer saldarla -. Apunté entusiasmado a mi amigo.
-Os garantizo que lo será, ahora os
llevaré al hotel para que os pongáis cómodos y después comeremos juntos para
organizar vuestro itinerario.
Nos volvimos a alojar en el Katyusha,
era un hotel muy céntrico y ya nos habíamos acostumbrado a él.
Durante la comida Piotor nos asombró
describiéndonos las maravillas que íbamos a ver en su ciudad y no exageró nada,
no era costumbre en él exagerar.
El decidió que para disfrutar del
romanticismo de la ciudad, debíamos pasear solos, él nos indicaría los lugares
mientras visitábamos los museos por la mañana.
Por fin pude entrar en el Hermitage y
quedé extasiado, cuánta belleza, tantas maravillas juntas, pinturas,
esculturas, miles de objetos de todo tipo, tres mañanas lo visitamos y aun
quedó tanto por ver.
Era realmente alucinante, las tardes
no tenían fin, al igual que sus largas avenidas, por las que paseábamos durante
horas, las recorríamos bajo aquella fascinante luz.
El clima era suave, ni frío ni calor
en exceso, ideal para visitar tan idílico lugar.
Sus canales ciertamente recordaban a
Venecia, recuerdo aquella tarde que los recorrimos en aquel pequeño barco, era
tan romántico.
Elevaban todos los puentes Para que
los barcos navegaran por entre sus calles y los engalanaban con luces y
guirnaldas, era como en un cuento de hadas.
-Tenemos que volver alguna vez más mi
amor -, me dijo embelesada Roxanne.
-Sí. Aún nos ha quedado mucho por ver,
esta ciudad es inmensa, y tan hermosa...
-Pasaremos una semana todos los
veranos.
-Sí. Sera nuestra luna de miel, todos
los años.
-¡Sí! -.exclamó ilusionada Roxanne.
Tras nuestras idílicas vacaciones nos
pusimos de nuevo manos a la obra, para organizar uno a uno los pasos que
debíamos tomar.
Comenzamos reuniéndonos con Piotor. Él
ya había planeado el traslado de los espejos y dado lo importante de la misión,
nos reuniríamos todos y cada uno de los miembros de nuestra organización.
El Beriev era la pieza clave entorno a
la que giraba toda la organización de Piotor, tenia su base principal en el
lago Ladoga.
Inicialmente el aparato llegó a la
organización a través de Anatoli, cuando trabajaba como piloto de pruebas para
la empresa que desarrolló el proyecto Beriev B200 en los años 90.
Con el capital de Piotor se hicieron
accionistas y aprovechaban sus viajes para promocionarlo y venderlo por todo el
mundo.
-Debemos realizar un viaje
transoceánico hasta Ottawa, pero a pesar de lo complejo ya lo tengo todo
planeado -, comentó muy seguro de sí mismo Piotor.
-¿Qué autonomía tiene la nave? -, le
pregunté preocupado.
-3.700Km sin tener en cuenta los
depósitos auxiliares.
-Son más de 4000 la travesía
transoceánica -, le advertí.
-No desde las Azores hasta St. John en
Canadá, por esa ruta son 3000 escasos - , contestó para mi tranquilidad Piotor.
-Es perfecto -, exclamé entusiasmado.
-Haremos la primera escala en Rijeka,
para recoger el primer espejo y a Ivanóvic -, nos explicó Piotor.
Volamos hacia Rijeka A bordo del
Beriev, llegamos de noche, ayudados por el alumbrado del puerto realizamos el amarre,
tras el papeleo nos encontramos con Ivanóvic.
-Hola amigos, os echaba de menos,
esperaba encontraros con las gafas de sol puestas -, saludó Ivanóvic con su ya
conocida simpatía.
-¿Gafas de sol? Pero si son las diez
de la noche -, le dije.
-Ivanóvic, tú siempre sueltas la misma
broma de las noches de sol, no tienes arreglo -, le reprochó Piotor.
Él, riendo y muy lejos de ajustarse al
reproche, lanzó una sonora carcajada, a la que nos sumamos Roxanne y yo, ante
la mirada de resignación de Piotor.
Nos alojamos en el hotel Milenij como
la vez anterior y allí tras acomodarnos bajamos al vestíbulo en busca de
nuestro anfitrión, cenamos en compañía de Antolín esta vez, éste nos deleito
contando anécdotas de sus hazañas como piloto de pruebas.
-Eso no puede ser, no se puede
alcanzar tanta velocidad en un avión -, le reprochaba Piotor.
-Depende de la máquina tanto como del
piloto -, decía Antolín con una desafiante mirada que nos dejaba en la duda de
si realmente fanfarroneaba.
Después de la cena nos fuimos a descansar,
puesto que al día siguiente debíamos continuar la misión.
Merlín y Alex se habían trasladado a
Mombeltrán y nos aguardaban junto a Sergei.
Estábamos impacientes de verles y
contarles nuestra andadura por San Petersburgo.
Por su parte Piotor e Ivanóvic también
lo ansiaban por ver como se encontraba Merlín tras su recuperación.
La última vez que le vieron se
encontraba en un estado más que lamentable, tras aquella tortura a la que le
sometieron.
Así mismo querían conocer a aquel
pequeño del que tanto les habíamos hablado y que ya tenía conquistados sus
corazones.
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