Merlín comenzó a relatar su
investigación:
-Necesitaba ir al archivo del templo.
-¿Pero cómo no avisaste a la
enfermera? -, le reprochó mas que preguntarle Roxanne.
-No digas burradas -, le atajé yo.
-En serio, es como esas amas de llaves
que se ven en las películas de terror -, explicaba convencido Merlín.
-Dios bendito, que exagerado -, decía
casi riendo Roxanne.
-Tomé un taxi en cuanto pude esquivar
a esa arpía.
En ese instante salió la “Arpía” y
dijo:
-¡Le he oído!
Llevaba las maletas y miraba la puerta
ansiosa, yo me interpuse en el camino de la puerta y ella me miro con un odio
que me hizo pensar que las palabras de Merlín eran muy ciertas, me desplacé a
un lado y ella se dirigió hacia la entrada mascullando entre dientes.
-¿Pero a dónde va con lo que está
cayendo? -, le decía Roxanne en un vano intento de retenerla.
-Si ese diluvio de ahí fuera es un infierno, será mucho más placentero que el que hay aquí dentro -, remató la enfermera antes de abrir la puerta franquearla y cerrarla tras de sí con un fuerte portazo.
-Si ese diluvio de ahí fuera es un infierno, será mucho más placentero que el que hay aquí dentro -, remató la enfermera antes de abrir la puerta franquearla y cerrarla tras de sí con un fuerte portazo.
-No ha dicho ni adiós -, comentó Roxanne.
-Una despedida a la francesa -, apunté yo.
Nos acercamos a la chimenea intentando
entrar en calor, puesto que aún estábamos empapados los tres.
-¿Qué es eso tan importante que nos
tenías que decir, Merlín? -, pregunto Roxanne ansiosa.
-Ya veo que vosotros tampoco la
echaréis de menos -, dijo Merlín divertido.
-¿Es acerca de Alex? -, volvió a
preguntar Roxanne, más ansiosa si cabe.
-Sí. Estaba investigando en la
biblioteca y encontré el diario de Bill y cuando estaba a punto de desistir,
cuando pude dolorosamente comprobar que todos los hechos conocidos por nosotros
sucedían uno tras otro inevitablemente, algo pasó...
-¿Qué? -, casi gritamos Roxanne y yo.
-Una de las líneas del diario de Bill
cambió, y luego otra y otra y después cambiaban tan deprisa que no lo podía
leer.
-Alguien mutó el pasado -, susurré
desconcertado.
-Exacto. Yo ya lo había visto antes
¿Recordáis lo que os dije de los cambios que hacía Lorena?
-Sí, tú nos dijiste que lucharíamos
por evitarlos -, dijo Roxanne preocupada.
-Ha pasado exactamente lo mismo, pero
esta vez el resultado es positivo, una maravilla -, canturreaba Merlín con la
mirada llena de luz.
-¿Qué ha pasado? -, le pregunté al borde
del colapso.
-El diario dice que el niño que estaba
el día que lo apresaron no era Alex, fue otro niño el que escribió el epitafio,
supongo que un reflejo mío debió estar en esa época y antes de perecer en la
hoguera como Bill, le pidió a ese niño que escribiera el epitafio.
-Entonces ¿qué fue de Alex?-, pregunto
Roxanne.
-No lo sé, según el diario desapareció
un 20 de junio como hoy, pero de aquella época.
-Tranquila mi amor, no será difícil
encontrarle, bastará con regresar al instante que le dejamos durmiendo y
traerle hasta aquí.
-Puede no ser tan fácil, ¿y si se
hubiese vinculado a un nuevo y trágico destino? -, sollozaba Roxanne en un mar
de dudas.
-Sea el vínculo que fuese, no sería
peor que el vínculo en el que se hallaba hasta hoy -, dijo Merlín tratando de
calmar a Roxanne.
-Debemos partir de inmediato hasta ese
instante y rescatarlo, no me perdonaría jamás volver a perderlo -, culminé al
borde de la desesperación.
En ese instante sonaron unos golpes en
la puerta, teníamos un timbre, pero en aquel pueblo no los usaba nadie.
Al abrir la puerta nos encontramos con
Samuel, uno de los monjes del templo, estaba completamente empapado y hacía
ademanes de mostrar algo que tenía tras de sí.
Dio un giro brusco y atrapó lo que
tras de si se escondía, tiró hacia delante y nos lo mostró...
-¡Alex! -. Gritamos todos.
Roxanne se lanzó hacia él abrazándole,
casi derriba al monje a su paso. Un instante después Merlín y yo nos sumamos al
abrazo, y esta vez si que rodó por el suelo el monje...
Sin dejar de abrazar al niño, nos
disculpamos con el monje, que desde el santo suelo a donde fue a parar dijo:
-Ya veo que le conocen.
Alargué la mano y le ayudé a
levantarse y le dije:
-Estamos todos empapados, si ha de
darnos explicaciones como supongo, lo mejor será que lo haga junto al calor de
nuestra chimenea.
-Este niño llamó a las puertas del
templo, estaba muy asustado y preguntaba por vosotros, tenía tanto miedo que
decidí acercarme a veros a pesar de lo mucho que está lloviendo, pero al llegar
aquí se escondió tras de mí, como si temiese una reprimenda.
-No tienes nada que temer mi niño -,
le decía Roxanne mientras lo abrazaba amorosamente.
-Yo debo regresar al templo, mis
hermanos me esperan.
-Hágalo, pero llévese este abrigo, el
suyo está empapado, lo secaremos y mañana se lo llevaremos al templo.
-De acuerdo, ya me contarán
tranquilamente la historia de este pequeñín -, dijo el monje antes de
despedirse y adentrarse de nuevo en aquel diluvio.
-Será mejor que nos pongamos ropa
seca, después lo aclararemos todo durante la cena.
Unos capítulos muy emocionantes, Beni.
ResponderEliminarEres un escritor que admiro y respeto.
Es esta una novela magnífica. Cada vez más, y siempre lo haces, te creces ante ti mismo, dando lo mejor de ti mediante la palabra escrita.
Nunca dejes de escribir, por favor.
Tus dos novelas han cambiado mi mundo.
Nicole Sagan.
Gracias por la fe que depositas en mí, yo no me veo tan grande.
ResponderEliminarBuenisimo amigo. Un encanto de historia.
ResponderEliminarGracias Judith, ya estamos llegando al final de la historia.
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