domingo, 29 de enero de 2012

Capítulo 20 El palacio de los Atienza



Don Pasquale se había presentado personalmente en Nápoles; el asunto en cuestión le interesaba de sobremanera: Roxanne le iba a nombrar administrador de una inmensa fortuna, la fortuna de los Atienza.
El Don se personó con su propio equipo de abogados, en su avión privado y de allí se trasladó con todo su "séquito"  (abogados incluidos) al hotel il Convento donde les recibió un conserje que no era el habitual, puesto que el anterior aún se hallaba convaleciente del balazo que recibiera en el hombro.

Nos reunimos en un pequeño salón privado, lujosamente decorado, parecíamos encontrarnos en un palacio renacentista.
Don Pasquale nos saludó con un fuerte abrazo y dos besos en cada mejilla, muy familiar. Nos presentó a sus abogados y comenzó a relatar:
-No sabe cuánto le agradezco el honor que me supone administrar sus bienes Doña Roxanne.
-Tiene usted sobradamente ganada nuestra confianza Don Pasquale, le debemos la vida de nuestro amigo y Nápoles ya vuelve a ser un lugar seguro para mí -. Le agradeció Roxanne.
-Su hacienda está completamente segura con nosotros, mis abogados completarán los trámites y antes de una semana podrá disfrutar de sus bienes.

-No sabe cuánto se lo agradezco -, Roxanne se deshacía en agradecimientos.
-Gracias a usted por tan alto honor, Ya saben que cuando vayan a Milán, tendrán en mi villa su casa.
- Hoy está invitado a mi mesa, disfrutaremos los manjares de mi tierra -, terminó diciendo Roxane.
Don Pasquale movió sus contactos y en escasamente dos días se nos comunicó que toda la documentación estaba lista para ser firmada por Roxane, enviaron un marchante y un notario al hotel y finalmente Roxane pudo rubricarlo todo.

Dos horas más tarde nos llamaron desde el palacio de Atienza, rogando a la nueva propietaria que se personara allí lo antes posible.
También llamó Don Pasquale, para confirmarle que los negocios de los Atienza ya eran administrados por él y que cualquier información que precisase le sería enviada de inmediato.
Nos dirigimos al palacio de Atienza que se hallaba en pleno casco antiguo, nos recibieron los sirvientes y nos quedamos asombrados, no era un museo, era una lujosa morada, en algo debía haberse equivocado el abogado de Merlín.
-Buenos días señores. El administrador de la finca les espera en el salón -, nos dijo al recibirnos uno de los sirvientes.
Subimos la espléndida escalera que daba acceso a la planta superior, lo de espléndida era por los labrados en la piedra de los pasamanos y los escudos esculpidos en piedra que había en sus paredes.

Roxane iba a la altura de quien en teoría nos guiaba, digo en teoría porque Roxanne se movía allí dentro como en su propia casa, no en balde podría decirse que así era.
Entramos en aquel salón y el administrador, que allí se encontraba, procedió a explicarnos tras saludarnos:
-Buenos días, señores.
-Buenos días. ¿No era esto un museo? -, pregunté un tanto confuso.
- En absoluto señor, jamás lo ha sido.
-Discúlpeme, alguien nos condujo a ese error.
-Este palacio fue puesto en custodia a los Borbones por el último descendiente de Don Álvaro, el benefactor de la familia Atienza.
-Algo así me suponía -, comentó Roxanne.
-Tras perder el trono de Nápoles, este palacio junto con alguno más, se lo quedaron a modo de residencia extraoficial, puesto que no eran propietarios directos, tan sólo administradores.

-Por eso se ha conservado en tan buen estado hasta nuestros días -, apunté al administrador.
-Efectivamente. Hace unas décadas el gobierno convino con los Borbones, los cuales ya no hacían uso del mismo, como jefes de estado son recibidos según el protocolo en un alojamiento acorde a su estatus.
-¿Qué convino? -,  preguntó Roxanne.
-Convino que la administración de las propiedades de los Atienza pasase al gobierno local, concretamente al ayuntamiento de Nápoles, la única condición que impusieron los Borbones fue que se respetase la voluntad del último de los Atienza.
-El testamento de Doménico Atienza -, dijo Roxanne.

-Exacto. Este testamento impedía la propiedad total a quien administrase las fincas, lo cual eliminaba el interés del gobierno español y el italiano, pero en el ámbito local debidamente explotado, ha sido muy fructífero, en realidad ha creado una gran fortuna, que gracias al arancel sobre su propiedad, se ha evitado que fuese expoliado por los políticos locales.
-No lo entiendo, ¿Que ha impedido que los políticos locales lo expoliaran? -, dije intrigado.
-Yo soy descendiente de los Borbones en línea sanguínea, habida de un hijo ilegítimo de uno de los Borbones. Éstos jamás reconocieron el linaje de mi familia pero cuando comenzó el litigio con el gobierno italiano, resolvieron éste y el de mi linaje, nombrándonos administradores.
-Ahora lo entiendo todo. -, añadí muy resuelto.
-Ya no podremos seguir administrando la propiedad, el testamento de Doménico Atienza anula cualquier trato de los gobiernos español e italiano.
-No se preocupe, hablaré con Don Pasquale, el convendrá conmigo que su labor ha sido excelente, ustedes permanecerán en la administración -, alivió Roxanne a aquel hombre tan honesto.

-Muchas gracias señora, sepan ustedes que todo el palacio ha estado siempre en disposición de ser habitado y ustedes pueden alojarse en él, desde ya mismo si lo desean.
La mirada de Roxanne se iluminó, Había recuperado su hogar y se encontraba como el día que tuvo que marcharse de él.
Volvimos al hotel a recoger nuestro equipaje y lo trasladamos al palacio para instalarnos en él, también Piotor se alojó con nosotros.
Cinco días permaneció Merlín en la clínica, después Roxanne y yo lo trasladamos en el jet privado de Don Pasquale a Bristol y desde allí a Tintagel, donde él quiso completar su recuperación, Piotor se volvió a Mombeltrán para custodiar uno de los espejos, en Rijeka Ivanovic custodiaba el otro.

lunes, 23 de enero de 2012

Capítulo 19 Bienvenido a la vida Merlín


-¿Cómo está? -, pregunté a Piotor muy preocupado.
-Mal, muy mal; está estable pero le hicieron mucho daño, por eso no le hemos podido trasladar.
-¿Está su vida en peligro? -, le preguntó esta vez Roxane llena de congoja.
-De momento no, pero todo eso es mejor preguntárselo al doctor.
Piotor nos había ido a recoger al aeropuerto, no quiso que nos presentásemos en Nápoles hasta que los hombres de Pasquale hubiesen asegurado el terreno.
Merlín estaba en una clínica privada mientras su estado mejoraba lo suficiente como para trasladarlo. En ese momento nos dirijíamos hacia allí.
-¿Qué es lo que pasó? ¿Cómo pudo dar con vosotros...? ¿Lorena? Creí que quien nos perseguía se llamaba Morgana -, Piotor preguntaba inmerso en un mar de dudas.
-Vayamos por partes, Morgana y Lorena son la misma persona -, le fui explicando a mi amigo.
-Me lo suponía -. Dijo Piotor.
-Lorena es como la conocemos nosotros, como la nombró Merlín la primera vez que habló de ella.
-¿De dónde sale el nombre de Morgana. ¿Del cuento artúrico?

-Sí, ese es el nombre que se dio en esa época y por él es por el que más se la conoce.
-Aclarado. ¿Qué hay de la captura de Merlín? -, preguntó de nuevo Piotor.
-¿Recuerdas cómo me capturaron a mí?
-Te tendieron una trampa con el anticuario, me lo contaste en tu pueblo -, me respondió Piotor.
-Morgana llevaba siglos controlando los espejos, concretamente desde que se los entregaron a Napoleón.
-Eso  tan sólo aclara lo de tu captura, pero no la de Merlín -, dijo Piotor espeso de mente.
-En el siglo XV nos persiguió por toda Europa, la persecución se inició cuando Víctor me liberó, sus contactos de la Inquisición la pusieron en alerta -, puntualizó Roxane.

-¡Claro! Entonces investigó a la familia de Roxane y al ir a reclamar su testamento... -, Piotor comenzó a iluminarse.
-Un hermano de mi padre sobrevivió a la persecución de la Inquisición, nuestro amigo Álvaro le devolvió la hacienda familiar al desenmascarar a Paolo di Bari.
-¿Quién era Paolo di Bari? -, se interesó Piotor.

-Mi marido, el mismo que me denunció y entregó a la Inquisición, a mí y a mis padres, tan sólo mi tío sobrevivió, él dejó escrito en su testamento que sólo podía ser heredero un miembro legítimo de la familia, lo hizo con la esperanza de que yo apareciera. Morgana sabía que forzosamente si alguien podía demostrar parentesco era yo, me usó a mí para llegar a Merlín.
Roxane no pudo más y rompió a llorar.
La estreché en mis brazos para consolarla diciéndole:
-No eres culpable de la perfidia de Lorena, Merlín se pondrá bien , no te preocupes.
Llegamos a la clínica y el médico nos informó.

-Se recupera pasmosamente rápido: su apariencia física es la de un hombre de más de cincuenta años, casi sesenta, pero su constitución y su capacidad regenerativa es la de alguien con escasamente treinta. Nos informó el doctor un tanto asombrado.
Roxane, Piotor y yo, nos mirábamos, con un aire de complicidad, fingiendo a la vez asombro.
-¿Cuándo cree usted que podrá viajar? -, le preguntó Piotor al doctor.
-A este paso en una semana, aunque ¿quién sabe? Este hombre no para de asombrarme.
-¿Una semana? -, preguntó de nuevo un tanto asombrado.
-Sí, pero las fracturas de las costillas requerirán reposo durante al menos dos meses, esos si no ocurren más milagros.
-¿Podemos verle? -, se interesó Roxane.
-Sí, pero háganse cargo de que está muy sedado.
Entramos en la habitación y la mirada de Merlín se iluminó al vernos, Roxane se lanzó a su regazo sollozando.
-Lo siento Merlín, lo siento. -, sollozaba Roxane en su regazo.
-Tranquila Roxane, no es culpa tuya, debería haber tenido más cuidado, era de esperar que la búsqueda de tu herencia levantaría sospechas.
Roxane se incorporó enjugándose las lágrimas y casi forzando una sonrisa le mostró un ramo de rosas blancas que llevaba y le dijo:
-Son para ti, se lo mucho que te gustan las rosas.

-Qué maravilla, que bien huelen -, se lo agradeció Merlín.
En ese instante entró la enfermera y al oírlo dijo:
-Ya iba siendo hora de que oliese aquí a algo más que a medicinas.
Este comentario elevó la moral de los presentes, sacándonos a todos una sonrisa, incluso al convaleciente, que se dirigió a su salvador:
-Piotor, Te debo la vida, no sólo la vida, me salvaste de dolores inimaginables.
-Todos sabemos que tú lo hubieses hecho también por mí.
-Es cierto Merlín, es mucho lo que te debemos -, añadí yo.
-No puedo hacer mucho aquí anclado, ¿qué haréis vosotros? -,nos dijo preocupado Merlín.
-Aquí la situación está controlada, Don Pasquale se ha hecho con el control -, le tranquilizó Piotor.
-¿Quién es Don Pasquale? -, se interesó Merlín.

-El hombre a quien realmente debes la vida amigo mío -, le contesté.
-Con la situación controlada podéis acabar los trámites de la herencia con toda tranquilidad -, nos aconsejó Piotor.
-Sí, aprovecharemos a tramitarlo mientras Merlín recobra fuerzas para trasladarlo -, puntualicé.

sábado, 21 de enero de 2012

Capítulo 18 El tormento de Merlín


Merlín estaba agotado: había recibido una brutal paliza. Probablemente no se tendría en pie él solo durante un tiempo. Se hallaba atado en una silla junto a la cual había caído al suelo una y otra vez con los golpes que le propinaron aquellos animales, los cuales se turnaron para vapulearlo.
Solo en medio de todo aquel dolor y silencio sin poder distinguir apenas la escasa luz que se filtraba por las rendijas de la ventana, trató de abrir sus párpados tumefactos, y se percató del dolor que le producía y del trabajo que le costaba,  además la sangre que brotaba de sus cejas partidas que no se podía enjugar.
Tampoco le hubiese resultado fácil hablar, en caso de que se hubiese decidido, lo cual de ninguna manera lo habría hecho. Su boca era una ruina, dientes rotos o arrancados y los labios partidos.
Las manos y los pies le dolían terriblemente, durante las caídas se los pisaban, se los pisotearon cuantas veces quisieron.
Había sido golpeado durante horas, pero no obtuvieron a cambio ni una palabra como resultado.  La violencia y la tortura son el mejor método para que lo que no quiera ser dicho salga a la luz.
De repente la puerta se abrió y entró Lorena:


Merlín no se movió. Su dignidad era extraordinaria. Su silencio, sublime.

Lorena le miró con ira, pues no había conseguido nada con la violencia siquiera, y ya desconocía cualquier otra forma de tener la información que necesitaba. Pateó el suelo, caprichosa y le escupió a la cara las siguientes palabras:

-Creí que tendrías bastante con este comienzo. Pero no: tienes que ser el noble y honesto Merlín. Hasta en el dolor te mantienes fiel a tus principios. No sabes cuánto te detesto -, arrastró Lorena las palabras de esta última frase suya, mirando a Merlín despectivamente.
 Merlín continuó en silencio, lo que desquició más aún a Lorena. Si continuaba, le mataría y no sabría nada, pensó ella, y si seguía hablando, no conseguiría más que irritarse más, pues conocía bien el temple de Merlín. Era capaz de sacarla de quicio dentro de su mismo silencio. Y ese era un poder difícil de superar. Con eso no había contado y ahora se daba cuenta.
-¿No te duele nada, Merlín, querido?
Estaba claro que tenía varias costillas partidas, le costaba respirar, más aún alzar la voz.

-Vete al infierno, Lorena.
-El infierno es lo que a ti te espera ahora Merlín -, sentenció Lorena al tiempo que se marchaba cerrando con un fuerte portazo.





De nuevo se vio inmerso en la oscuridad, esta vez se le antojaba apacible y tan sólo deseaba que ésta se prolongase.
-¿Seguimos las tandas de golpes? -, le preguntó uno de los gorilas a Lorena.

-No. Está muy débil, eso le mataría, Llamad a Lucas para que le estabilice, yo he de marchar a Florencia. En cuanto esté estable que empiece Giacomo con la picana eléctrica y Lucas que esté atento a las constantes vitales. Si os lo cargáis os despellejo vivos.
Aquel carnicero con aires de médico se llamaba Lucas y presumía de mantener vivos y listos para la tortura a sus víctimas durante semanas.
Le ataron a una camilla y le inyectaron suero, después procedió a desinfectar las heridas y le administró un calmante para controlarle el pulso y así evitar que sufriera un colapso.
Merlín le miraba estupefacto: no comprendía por qué le estaban curando; él esperaba su final de un momento a otro, realmente lo ansiaba.
Pasaron muchas horas, probablemente un día con su noche, Merlín no se hallaba en condiciones de controlarlo.
Lucas se le acercó, le auscultó,  le tomó el pulso, y midió su tensión arterial. Hizo un gesto de aprobación y dijo:

-Llevadle a la picana, podemos empezar de nuevo.
Dolorosamente comprendió el por qué habían estado curando todas esas horas y ahora deseó más que nunca morirse, pero la ansiada parca se resistía a llevárselo.
Le desnudaron y le pusieron sobre aquel somier metálico, sin brusquedades para evitar que las fracturas de la caja torácica acelerasen un final fatal, la amenaza de Lorena sabían de sobras que sería cumplida.
Le sujetaron fuertemente para evitar que sus contorsiones o sacudidas le dañasen físicamente, los daños que le pretendían infligir, era en su psiquis.
Pusieron una especie de taco de caucho en su boca y le sujetaron la mandíbula con algo similar al bocado de un caballo.
El somier estaba conectado en uno de los polos en un transformador de alta intensidad, el otro polo estaba conectado a una especie de lanza de poco más de un metro, la punta tenía un electrodo que aplicaban sobre la víctima, aquel artilugio no era un equipo médico diseñado de administrar electro-shocks y cuando el electrodo de la lanza entraba en contacto con la piel, producía una serie de quemaduras que variaban según la intensidad de la corriente.
Aquello era lo que se denomina en el argot una “picana eléctrica” Merlín la había estudiado intentando conocer hasta donde llegó la crueldad de los hombres, todos aquellos inventos aberrantes, la guillotina, las bombas racimo, las minas terrestres.
Ahora iba a ser víctima de esa abominación, como lo fuera la hija de quien presumiblemente lo inventó; Leopoldo Lugones.

Activaron la corriente y sonó un zumbido de baja frecuencia que ponía los bellos de punta, a un gesto de Lucas, se le acercó aquel sádico con la lanza, se llamaba Giacomo y era el especialista de aquel instrumento.
El primer lugar donde aplicó el electrodo fue en el pie derecho, Merlín sintió que le golpeaban con miles de bastones, desde el pie que le ardía como si se lo quemaran, hasta su cerebro que palpitaba a punto de estallar.
Giacomo hizo oscilar la intensidad con un regulador que llevaba instalado en la lanza y Merlín completamente inmovilizado y amordazado se debatía en un dolor insoportable sin el más mínimo desahogo.
A un gesto de Lucas se detuvo, desconectó la corriente y soltó la mordaza de Merlín gritándole:
-¡Habla!
Por su parte Lucas le auscultaba y en un gesto de satisfacción le dijo a Giacomo.
-Está bien, continúa.
Volvió a ponerle el bocado y esta vez se decidió por el pezón derecho, cuando aplico el electrodo Merlín sintió como si le arrojaran un jarro de agua hirviendo y el sufrimiento se extendió hasta que el miedo de Lucas acudió de nuevo.
Nuevamente le auscultó y como temía Merlín tras pedirle inútilmente que hablara, nuevamente se dispuso a aplicarle el electrodo. Giacomo disfrutaba de aquello, en esta ocasión comentó:
-Ahora los genitales.

Merlín oyó unos disparos y vio caer a Giacomo junto a él, cayó de la peor manera posible, la lanza se le había clavado en un costado y el brazo se le enredó en el somier, la picana estaba activada y el cortocircuito se produjo sobre el torturador.
La bala que alcanzó a Giacomo tan sólo le hirió y se estaba electrocutando dando tumbos y sacudidas cuando uno de los pistoleros lo remató en el suelo.
De no haber estado firmemente sujeto al somier, Las sacudidas de Giacomo le hubiesen arrojado sobre él y ambos se habrían electrocutado.
Merlín pudo ver el rostro de quien lo desataba:
-Piotor -, logró decir en un susurro apenas audible.
-Lo siento amigo mío, siento que hallamos tardado tanto.
Cuando lo incorporó Piotor, Merlín pudo ver a Lucas tendido en el suelo con un balazo en la sien, ya no podía más, perdió el conocimiento.

viernes, 20 de enero de 2012

Capítulo 17 La última cena




Nada más pisar suelo milanés, nos dirigimos a un cibercafé; teníamos que comunicarnos con Piotor: necesitábamos más que nunca sus contactos.
Siempre contactaba con él a través de un portal soviético de absoluta confidencialidad, lo abrí y encontré un mensaje:
<<Los amantes están reunidos en el nido, esperando el viaje de la luna de miel.>>
Eso quería decir sin lugar a dudas, que habían cumplido su misión y esperaban instrucciones.


Les escribí como respuesta:
<<El mago está atrapado por la bruja, los príncipes esperan ayuda en la última cena.>>
Al leer este mensaje, Piotor sabría que estábamos en apuros y que esperábamos ayuda en Milán, puesto que la sagrada cena es uno de sus pinturas favoritas y sabe perfectamente que se halla en la iglesia Santa María delle grazzie en Milán.

-Muy ingenioso mi amor, pero ¿cómo nos encontrará en una ciudad tan grande?
-Él nos dará un contacto en Milán, ahora buscamos un hotel y más tarde comprobaremos si nos ha contestado.
Nos alojamos en el hotel “Palazzo delle stelline” que fue del encanto de Roxane, puesto que se hallaba en un convento del siglo XV.

Lo elegí por su proximidad a la iglesia de Santa María delle grazzie, algo me hacía pensar que Piotor nos citaría cerca de la gran obra de Leonardo.
No me equivoqué, el mensaje que nos dejó fue el siguiente:
<<Será como siempre pero a la última cena se suma el paladín más... Esta tarde no lloverá, no hay nubes en el horizonte.>>
-¿Qué quiere decir eso mi amor? -. Me preguntó perpleja Roxane.
-Siempre nos reunimos a las once de la mañana, a menos que indiquemos lo contrario, pero él no llegará a tiempo, por eso manda un “paladín”; lo de la lluvia es el santo y seña.
-Pero..., ¿dónde nos reuniremos?
-Evidentemente frente al fresco, por eso busqué alojamiento tan cerca del mismo.
Aquella noche descansamos como pudimos, no podíamos quitarnos de la cabeza la situación en la que se hallaba Merlín.
De repente le vi como yo me viera: atado, mientras un enorme matón le golpeaba sin piedad. Me desperté sobresaltado, con la respiración tan agitada que mi garganta ardía y el corazón no cabía en mi pecho, su pulso batía mis sienes.


-Tranquilo mi amor, estás empapado en sudor.
Roxane estaba a mi lado tratando de sosegarme.
-Vida mía, he visto como lo torturaban.
-Yo no puedo dormir, tú has empezado a agitarte y me he asustado tanto...
-Lo siento mi amor, fue una pesadilla, no pude evitarlo.
-Lo sé, no es culpa tuya, abrázame.
En los brazos de Roxane, hallé la calma, en realidad la hallamos los dos, por fin conseguimos dormirnos, pero despertamos completamente deshechos.
Eran las once de la mañana y nos hallábamos frente al fresco, muchos son los misterios que se le otorgan y no es para menos, es una obra espléndida, de las grandes que realizase nuestro amigo el gran genio Leonardo.

Un hombre se nos acercó y me dijo:
-Esta tarde no lloverá.
-No hay nubes en el horizonte -, le contesté yo.
-Síganme, les llevaré con Piotor.
Le acompañamos y subimos con él en un lujoso Mercedes Benz, salimos de la gran urbe hasta una finca en el campo.
Atravesamos una enorme verja que abrió un hombre armado con un subfusil UZI y al ver nuestra cara de preocupación el hombre nos dijo:

-No se inquieten, él, al igual que yo, trabaja para don Pasquale.  Por cierto,... aun no me he presentado, me llamo Luigi, ustedes deben ser Víctor y Roxane, ¿no es eso?
-Sí, pero ¿Qué relación tiene don Pasquale con Piotor? -, contesté muy intrigado a Luigi.
-Eso es lo de menos, Piotor es un gran colaborador nuestro, don Pasquale le tiene en gran estima y no dudó en ayudar a sus amigos, es por eso que ustedes están ahora en su villa, completamente a salvo.
-¿Cuándo veremos a Piotor? -. Preguntó Roxane.
-Pronto, muy pronto, don Pasquale me envió a mí porque sabía que su amigo no llegaría a tiempo, sus instrucciones fueron que los pusiéramos a salvo y don Pasquale se ha ofrecido encantado.
El vehículo se detuvo frente a un suntuoso palacio, los sirvientes corrieron a recibirnos y nos acompañaron al clásico recibidor, con un techo altísimo, una lámpara tipo araña de cristal y en frente de la puerta, unas escaleras que daban acceso a los aposentos y a los despachos.

Siempre detrás de Luigi que  nos iba guiando, nos llevó hasta el despacho de don Pasquale, la puerta estaba abierta y éste se encontraba sentado en su sillón atendiendo a un sujeto que en ese instante nos daba la espalda y cuando se volvió al oírnos llegar, nos llenó de tranquilidad.
Era Piotor, se levantó y corrió a abrazarnos.
-Amigos míos, estaba preocupadísimo. ¿Qué sucedió? -. Nos preguntó impaciente.
Le miramos un tanto atónitos, puesto que prácticamente no sabíamos ni donde nos hallábamos.
-No os preocupéis, don Pasquale nos ayudará, encontraremos a Merlín.
Sabíamos que de ciertos temas no podíamos hablar con nadie, pero si uno de nosotros abría un espacio de confianza, este cedía tan sólo a un punto concreto sobradamente conocido. El límite siempre estaba en ocultar nuestra capacidad de desplazarnos en el tiempo.
Sabiendo perfectamente a lo que se refería Piotor, comencé a relatarle los sucesos:
-Lorena a atrapado a Merlín y probablemente a estas horas le estén torturando. -, le expliqué a nuestro amigo.
-Debemos darnos prisa. -. Me contestó Piotor.



martes, 17 de enero de 2012

Capítulo 16 Pompeya


El taxi nos llevó por la autostrada Napolí-Salerno, seguimos hasta Herculano y se volvió a Nápoles, con la promesa de regresar en dos horas para trasladarnos a Pompeya. No teníamos por qué dudar del compromiso; esta era una de las formas que ofrecía el hotel en sus excursiones guiadas.

Dos horas nos parecieron poco tiempo para ver esta maravillosa ciudad: Herculano; hay que tener en cuenta que ésta era más lujosa que Pompeya aunque su tamaño fuera menor.
Era curioso que allá donde antaño residieran las familias más ricas de Roma, hoy por hoy residían las familias más pobres de Nápoles, puesto que allí se situaba en la actualidad uno de sus suburbios.

Al finalizar la visita no fue el mismo taxista el que nos recogiera, pero el compromiso se cumplió con respecto al horario.
Pompeya al igual que Herculano nos fascinó, hasta Merlín se quedó boquiabierto, nos dijo que era como regresar a su aldea en el siglo V, que estaba evocando su niñez.

Realmente uno se trasladaba en el tiempo, aquella erupción del 24 de agosto del año 79 congeló completamente el instante hasta nuestros días.

Nos reímos pícaramente ante los frescos de carácter erótico, los mismos que probablemente provocaron que Fontana volviera a enterrar el hallazgo, el grotesco fresco representando a Príapo pesando en una balanza su enorme miembro viril, hizo esbozar una sonrisa incluso al taciturno Merlín,


así como los grabados del lupanar, alguno me lo señaló Roxane insinuante.

Merlín apenas hallaba aliento para ascender la calle hacia la Puerta Marina, su pronunciado desnivel hacía comprensible el escaso tránsito que tenía en aquella época. La misma en la que se denominaba dicha puerta “La Puerta de Neptuno”.


La visita a Pompeya no estaba tan sujeta a horario y pudimos verla más en profundidad; eso sí, regresamos muy tarde al hotel.
El letrado había dejado recado en la recepción del hotel. Las pruebas mostraban el parentesco con Doménico Atienza, quien dicho sea de paso ya hacía años había sido exhumado para tomar las muestras por un litigio similar en el que alguien aseguró ser heredero de aquella fortuna, lo cual era lógicamente imposible, puesto que no hubo descendencia ninguna después de él (forzosamente Roxane debía ser la única heredera).
Decidimos subir a nuestras habitaciones, asearnos y bajar a comer. Después con toda tranquilidad acudiríamos al despacho del abogado.
Merlín llegó a la recepción y se acercó a preguntar al conserje por si nosotros habíamos bajado ya, cosa poco probable. Se encontró frente al mostrador, de espaldas a él, a una mujer muy bella, ricamente vestida, con el cabello largo y negro y un perfume que le resultaba familiar, se acercó a ella y le dijo:
-Disculpe, señorita. ¿Ha visto al conserje?
Ésta se volvió y... Merlín se quedó helado, no fue su belleza, ojos grandes, verdes y felinos... Tampoco la Pequeña Beretta con la que le encañonaba...

Lo que le impresionó fue encontrarse cara a cara con Lorena, más conocida como Morgana:
-Hola amor mío. ¿Cuánto tiempo?
-No demasiado - le respondió Merlín.
-¿Esas son maneras de recibir a tu gran amor?
-Apuntar con un cañón tampoco es modo de buscar a un ser querido y darle la bienvenida a modo de sorpresa para romper el hielo...
-Veo que aún te queda sentido del humor, querido, y te será útil, pues te seguirá haciendo falta.
Repentinamente una mujer entró en el vestíbulo, con tanto ímpetu que sobresaltó a los allí presentes, que ya de por sí estaban en extrema tensión.
Un individuo que a todas luces era secuaz de Lorena, sacó un enorme revólver y disparó a la mujer, alcanzándola el proyectil en una pierna.
El conserje al oír el disparo, salió del cuarto donde se encontraba, asomando tras el mostrador y sorprendiendo a Lorena, que al oírle  se giró y le disparó, hiriéndole en el hombro.

-¡Piero! ¡Eres un estúpido! Ya no queda tiempo para nada, ¡Vámonos! Muévete Merlín y si haces la más mínima tontería te dejo seco - amenazó Lorena.
Se llevaron a punta de pistola a Merlín, montaron en el coche y salieron, quemando las ruedas.

A penas había salido Roxane del baño y yo me acerqué a la cómoda para recoger las llaves, cuando sonaron los disparos, salimos corriendo hacía el vestíbulo. Al bajar las escaleras los disparos cesaron y un instante después se oyó un gemir de neumáticos por la premura a la que partía aquel vehículo.
Llegados al vestíbulo se oían gritos de una mujer histérica, no era para menos, uno de los disparos le había alcanzado en una pierna.
Nos acercamos al mostrador y tras de él el conserje era socorrido por un botones tras haber recibido un disparo en el hombro.
Le pregunté y sólo alcanzó a decirme que una bellísima mujer, la misma que le disparó, se había llevado a punta de pistola a nuestro amigo.
-¡Rápido, Roxane, tenemos que marcharnos o nosotros seremos los próximos! -, exclamé a mi amada.
-¿Pero a dónde van?, ¡han de explicarle muchas cosas a la policía! -,gritaba el conserje tras de nosotros.

Cogimos un taxi a la carrera y le dijimos que se dirigiera al aeropuerto a toda prisa, el taxista ajeno a nuestro apuro, se hizo el gracioso y dijo:
-Como en las películas.
-Sí, eso es, pero no corra demasiado no le vaya a parar la policía -, añadí aún más preocupado.
-No se preocupe señor, soy un profesional.
Ciertamente lo era, nos puso a la puerta del aeropuerto en un instante, por ello le di una suculenta propina.
-Debemos tomar el primer vuelo que salga antes de que la policía comience a cribar el aeropuerto por el aviso del conserje -, puntualizó Roxane.

-¿Cuál es el próximo vuelo en salir señorita? -, pregunté apremiante.
-Hay un vuelo a Milán, pero no da tiempo a consignar el equipaje, sale en unos instantes.
-Rápido, deme dos billetes, no tenemos nada que facturar.
Salimos a la carrera y embarcamos justo cuando iban a cerrar el muelle. Afortunadamente no eran muchas las medidas por las que tuvimos que pasar, puesto que el vuelo era dentro del territorio italiano.

domingo, 15 de enero de 2012

Capítulo 15 Nápoles




Nos alojamos en el hotel “il convento,” un antiguo edificio del siglo XVII reformado recientemente.
Una vez nos habíamos acomodado en nuestra habitación Roxane y yo, bajamos a la recepción donde esperaba Merlín.
-Ya me he puesto en contacto con el abogado, nos recibirá en su despacho a las 12:30, dentro de dos horas, tenemos tiempo de tomar un aperitivo -.Nos explicó Merlín.
Sentados en la mesa Roxane y Merlín no paraban de mirar en derredor, el ambiente histórico del hotel les llenaba de añoranza.
-¿Sabíais que aquí se encuentra una de las universidades más antiguas del mundo? -, comentó Merlín.
-Lo sé. La universidad Federico II. Yo estudié en ella, fue fundada en 1224. -.Puntualizó Roxane.

-Yo la descubrí a través de internet. Indagué en muchas universidades, por supuesto las más antiguas fueron las primeras que investigué, para asimilar los conocimientos de modo cronológicamente factible para mí -, se explicó Merlín.
-En mi caso mi enseñanza  ha sido muy acelerada, soy un mar de dudas.
-No te aflijas mi amor, con tu inteligencia será cuestión de muy poco tiempo el que nos superes a Merlín y a mí.
-Gracias querido, muy difícil será que os supere teniendo en cuenta vuestro intelecto, pero no me aflijo, sois unos grandes maestros, para Merlín debió ser duro tenerlo que aprenderlo todo él sólo.
-Ya lo creo, de no ser por mi gran apetito de conocimiento, la clausura de los monjes del templo, imponía la más triste soledad.

-Lo siento mucho Merlín, Ahora nosotros paliaremos esa soledad. -, dijo Roxane consolando a Merlín.
-¿Sabes lo de Pompeya? -, le pregunté a mi amada.
-En el siglo XVI, escasamente un siglo después de mi existencia, la encontró Fontana, 


pero la moral de aquella época no estaba preparada para sacarla a la luz,

no vio la luz hasta doscientos años después, bajo el beneplácito de Carlos VIII de Nápoles, más conocido como Carlos III de España.

-El rey y alcalde de Madrid -, añadí lacónico.
-El mismo. Un gran aficionado a la arqueología ¿sabías que también excavó las ruinas de Yucatán?
-Por supuesto que lo sabía mi amor, te recuerdo que soy… era anticuario.
-Por eso mismo también sabrás que los Borbones han gobernado Nápoles y Sicilia hasta el siglo XIX -. Remató Roxane.
-Eso yo no lo sabía -, se lamentó Merlín.
-El actual rey de España Juan Carlos I, que es un Borbón, nació en Roma -, añadí.

-Es cierto mi amor, en muchos aspectos España e Italia están hermanadas, es asombroso las muchas tradiciones y costumbres que tienen en común.
-Pompeya está a menos de una docena de kilómetros de aquí,  ¿verdad? -, preguntó de repente Merlín escapando del tema monárquico.
-Sí. Tanto Pompeya como Herculano están a los pies del Vesubio en la bahía de Nápoles -, le contestó Roxane.

-Tenemos que visitarlas. -. Musitó ansioso Merlín.
-Por supuesto, toda mi vida he oído historias fantásticas de esos lugares -. Añadió ilusionada Roxane.
-Sí, pero primero debemos acudir a la cita, charlando, charlando, se nos ha hecho tarde -, les apremié a ambos.
Llegamos al despacho a tiempo, la secretaria nos hizo aguardar en una pequeña salita.
-¿Quieren un café? -, preguntó amablemente la señorita.
-¿Tardará mucho? -, pregunté.
-No se preocupe, no tardará, el café se lo serviré cuando estén con él.
- Se lo aceptó con mucho gusto y si no es molestia.
-No es molestia en absoluto. ¿Tomarán ustedes también?
Roxane y Merlín asintieron.
-Le he cogido el gusto a esta bebida en este siglo, me encanta. -, dijo Roxane.
-Lo mismo digo -, coincidió Merlín.
-¿Sabéis? Desde que se empezase a consumir en Europa en el siglo XVII, Italia es uno de los países donde se prepara el mejor café. -, les informé a mis amigos.

-¿Italia? ¿No me digas? -. Exclamó pasmada Roxane.
-Lo hacen de muy diversas formas y todas son una auténtica delicia. -, apunté.
-Ya pueden pasar, acompáñenme -, nos interrumpió la secretaria.
El abogado era un tipo obeso y con un bigote como el de Hércules Poirot, no tan largo como el de Dalí, pero igualmente engominado y acicalado.

-Buenos días señores, desde que me comunicaron mis socios del bufete, que un cliente tan importante como el señor Emrys, precisaba de nuestros servicios, no hemos dejado de investigar a la familia Atienza a partir del siglo XV, tal y como nos sugirieron tras hablar con usted.
Merlín usaba en los documentos oficiales su segundo nombre Gales “Myrddin Emrys”
-Yo soy Roxane y la sangre de los Atienza corre por mis venas.
-Señorita no se preocupe, yo personalmente la creo, el especialista le tomará una prueba de ADN ante un notario, ambos llegarán de un momento a otro, mientras pueden disfrutar del espléndido café que hace mi secretaria.
En ese instante entró con la bandeja.
-En el estudio hemos descubierto una serie de documentos entre los que se halla uno muy curioso en el que se nombra a una antepasada suya que tiene su mismo nombre y apellido.
-¡Ah! ¿sí? -, simuló sorpresa Roxane.
-Es una carta escrita por otro antepasado suyo, Doménico Atienza. -. Puntualizó el letrado.
-¡El tío Doménico! -, se le escapó a Roxane.
El letrado la miró un tanto extrañado, se suponía que Roxane no tenía ninguna información de esa carta y estaba identificando con toda familiaridad a quien la escribiera cuatrocientos años atrás.
El letrado procedió a leer una copia de la misma:
Yo Doménico Atienza de Nápoles en el año de gracia de 1478, en pleno uso de mis facultades mentales, redacto el siguiente testamento.
Teniendo en cuenta el fatal final de mi hermano y su esposa, por la pérfida conspiración que urdiera Paolo di Bari, y que fuera abortada dios mediante y por mano de mi mecenas Álvaro Gómez de la insigne villa de Toledo.

Sólo se halla en este mundo la hija de mi llorado hermano. Roxane Atienza.
Hallándose ésta en paradero desconocido, serán administrados mis bienes por la familia de mi mecenas, hasta que aparezca mi sobrina u otro familiar que demuestre la procedencia de Atienza.
El letrado levantó la vista y dijo:
-No es necesario que siga leyendo, está claro que usted es la heredera que nombrara Doménico Atienza, la hacienda actualmente la administra el estado, como otros muchos bienes de los que no estaba muy clara su propiedad.
-¿En qué condiciones se halla la misma? -. Preguntó Roxane.
-Verán...
El abogado se meso el cabello, jugó con su bigote y continuó.
-Nápoles es una de las ciudades más pobres de Europa, eso la hace extremadamente peligrosa, aquí la Camorra es quien manda.
-¿Insinúa usted que mi hacienda ahora pertenece a la Camorra?
-No. En absoluto. En realidad fue conservada por los Borbones a lo largo de los siglos, la familia de Álvaro siempre estuvo ligada a la monarquía española.

-Entonces... ¿por qué nombra a la Camorra? -,le pregunté un tanto asustado.
-La nombro para que extremen las precauciones, su hacienda es muy importante, se trata de un palacio que actualmente es un museo y una serie de terrenos en los cuales se alzaron edificios que pasarán también a su propiedad.
-No se preocupe, sé cuidar de mí misma -. Dijo Roxane.
En ese instante hizo pasar la secretaria al notario y al técnico que tomó una muestra de saliva de Roxane, hecho esto nos despedimos y salimos del despacho.


La advertencia del letrado era muy cierta, el índice de criminalidad en Nápoles es muy alto, era una lástima que la cuna de Roxane fuese tan peligrosa.

Decidimos aguardar en el hotel los resultados de las pruebas, nos dijeron que estarían al día siguiente por la tarde.
Amaneció una mañana esplendida en Nápoles, bajamos al vestíbulo tras desayunar en la habitación, avisamos a Merlín que bajó a nuestro encuentro y reunidos con el decidimos que tampoco podíamos pasar todo el día en el hotel, de modo que decidimos visitar las ruinas de Pompeya.